Salmo 119 (118)


1.Dichosos los que sin yerro andan el camino y caminan según la Ley del Señor.
2.Dichosos los que observan sus testimonios y lo buscan de todo corazón,
3.que sin cometer injusticia caminan por sus sendas.
4.Tú eres quien promulgó tus ordenanzas para que las observen totalmente.
5.Ojalá sea firme mi conducta en cumplir con tus preceptos.
6.Entonces no tendré vergüenza alguna en respetar todos tus mandamientos.
7.Te daré gracias con rectitud de corazón cuando vaya aprendiendo tus juicios justos.
8.Tus preceptos, yo los quiero guardar, no me abandones, pues, completamente.
9.¿Cómo un joven purifica su camino? Basta con que observe tus palabras.
10.¡Con todo mi corazón te he buscado, no me desvíes de tus mandamientos!
11.En mi corazón escondí tu palabra para no pecar contra ti.
12.¡Bendito seas, Señor, enséñame tus preceptos!
13.Con mis labios he enumerado todos los juicios de tu boca.
14.Me he complacido en seguir tus testimonios más que en tener toda una fortuna.
15.Quiero meditar en tus ordenanzas y tener ante mis ojos tus senderos.
16.En tus preceptos me deleitaré, jamás me olvidaré de tus palabras.
17.Sé bueno con tu servidor y viviré, pues yo quisiera guardar tu palabra.
18.Abre mis ojos para que yo vea las maravillas de tu Ley.
19.En la tierra soy sólo un pasajero, no me ocultes pues tus mandamientos.
20.Mi alma se consume deseando tus juicios en todo tiempo.
21.Tú amenazas a los arrogantes malditos, que desertan de tus mandamientos.
22.Ahórrame el desprecio y la vergüenza pues tus testimonios he guardado.
23.Aunque príncipes sesionen en mi contra, tu servidor meditará en tus maravillas.
24.Tus testimonios son también mis delicias, tus preceptos son mis consejeros.
25.Mi alma está adherida al polvo, vivifícame conforme a tu palabra.
26.Te expuse mis proyectos y me respondiste: enséñame tus preceptos.
27.Haz que tome el camino de tus ordenanzas para que medite en tus maravillas.
28.Mi alma está deprimida de pesar, levántame de acuerdo a tu palabra.
29.Aleja de mí el camino engañador, y dame la gracia de tu Ley.
30.He elegido el camino de la verdad, y tus juicios he deseado.
31.Me he apegado, Señor, a tus testimonios, que no me decepcione.
32.Corro por el camino de tus mandamientos, ahí me ensanchas el corazón.
33.Señor, enséñame el camino de tus preceptos, que los quiero seguir hasta el final.
34.Dame la inteligencia para guardar tu Ley, y que la observe de todo corazón.
35.Guíame por la senda de tus mandamientos, pues en ésa me complazco.
36.Inclina mi corazón hacia tus testimonios y no hacia la ganancia.
37.Guarda mis ojos de mirar cosas vanas, me darás vida en tus caminos.
38.Cumple con tu siervo tu promesa dirigida a aquellos que te temen.
39.Aparta de mí el desprecio que temo pues tus juicios son para mi bien.
40.Mira cómo deseo tus ordenanzas, tú que eres justo, vivifícame.
41.Que venga a mí, Señor, tu gracia y tu salvación, conforme a tu palabra.
42.Entonces responderé a los que se burlan, que puedo confiar en tus palabras.
43.Que no se me olvide la palabra de verdad, pues espero en tus juicios..
44.Quiero observar tu Ley constantemente, por siempre jamás.
45.Estaré a mis anchas en todos mis caminos, pues tus ordenanzas he buscado.
46.Ante reyes hablaré de tus testimonios y no tendré vergüenza.
47.Me he deleitado en tus mandamientos a los que amaba mucho.
48.Alzaré mis manos hacia ti y meditaré en tus preceptos.
49.Recuerda tu palabra a tu servidor, ella ha mantenido mi esperanza.
50.Este es mi consuelo en mi miseria que tu palabra me vivificará.
51.Los soberbios se burlaban mucho de mí, pero no me he movido de tu Ley.
52.Me acuerdo de tus juicios de otros tiempos y eso, Señor, me da aliento.
53.Al ver a los impíos me da rabia: ¿por qué abandonan tu Ley?
54.Tus preceptos son salmodias para mí en la casa donde me reciben.
55.Por la noche me acuerdo de tu nombre, oh Señor, y observo tu Ley.
56.Por lo menos esto me quedará, haber guardado tus ordenanzas.
57.Lo que escojo, Señor, yo lo he dicho, es observar tus palabras.
58.Con todo mi corazón he procurado que tu rostro se enternezca, ten piedad de mí según tu palabra.
59.He reflexionado en mis caminos, a tus testimonios readecuaré mis pasos.
60.Me he apresurado, no me he retardado en obedecer tus mandamientos.
61.Las pecadores intentaron seducirme, pero no me olvidado de tu Ley.
62.A medianoche me levanto, te doy gracias por tus justos juicios.
63.Me he aliado con todos los que te temen y que observan tus ordenanzas.
64.De tu bondad, Señor, está llena la tierra, enséñame tus preceptos.
65.Has sido bueno con tu servidor, Señor, de acuerdo a tu palabra.
66.Enséñame el buen sentido y el saber pues tengo fe en tus mandamientos.
67.Antes de ser humillado me había alejado pero ahora yo observo tu palabra.,
68.Tú que eres bueno y bienhechor, enséñame tus preceptos.
69.Los soberbios me recubren de mentira, mas, con todo el corazón, guardo tus ordenanzas.
70.Su corazón está obstruido como de grasa, pero para mí tu Ley es mi delicia.
71.Fue bueno para mí que me humillaras para que así aprendiera tus preceptos.
72.La ley de tu boca vale más para mí que millones de oro y plata.
73.Tus manos me han hecho y organizado, dame la inteligencia para aprender tus mandatos.
74.Se alegrarán los que te temen al ver que he esperado en tu palabra.
75.Sé, Señor, que tus juicios son justos y que con razón me has afligido.
76.Que tu gracia me asista y me consuele, conforme a tu palabra dada a tu siervo.
77.Que venga a mí tu ternura y me dé vida, porque mis delicias son tu Ley.
78.Confunde a los soberbios que me calumnian, mientras yo medito en tus ordenanzas.
79.Que se vuelvan a mí los que te temen y que saben de tus testimonios.
80.Que cumpla mi corazón sin falla tus preceptos para que no quede avergonzado.
81.Mi alma se desgastó anhelando tu salvación, espero en tu palabra.
82.Mis ojos se cansaron por tu palabra, ¿cuándo vendrás a confortarme?
83.Aunque parezco un cuero ahumado, no he olvidado tus preceptos.
84.¿Qual será la suerte de tu servidor? ¿cuándo harás justicia con mis perseguidores?
85.Los soberbios me han cavado trampas, lo que estaba en contra de tu Ley.
86.Todos tus mandamientos son verdad: me persiguen sin razón, ¡ayúdame!
87.Por poco no me dejaban en el suelo, pero yo no abandoné tus ordenanzas.
88.Por tu bondad dame vida, para que observe el testimonio de tu boca.
89.Tu palabra, Señor, es para siempre, inmutable en los cielos.
90.De generación en generación tu verdad; igual que la tierra que tú fundaste
91.y que se mantiene por tu decisión, pues el universo es tu servidor.
92.Si en tu Ley no hubiera puesto mis delicias habría perecido en mi miseria.
93.Jamás olvidaré tus ordenanzas pues por ellas me haces revivir.
94.Tuyo soy, sálvame, ya que he buscado tus ordenanzas.
95.Los malvados me espían para perderme, pero estoy atento a tus testimonios.
96.He visto el fin de todo lo perfecto, ¡cuánto más amplio es tu mandamiento!
97.¡Cuánto amo tu Ley! En ella medito todo el día.
98.Me haces más sabio que mis enemigos por tu mandamiento que es siempre mío.
99.Soy más agudo que todos mis maestros, merced a tus testimonios que medito.
100.Superé a los ancianos en saber pues guardo tus ordenanzas.
101.Aparté mis pasos de todo mal camino, pues quería ser fiel a tu palabra.
102.De tus juicios no me he apartado, pues tú me los enseñas.
103.¡A mi paladar son dulces tus palabras, más que la miel para mi boca!
104.Tus ordenanzas me han dado la inteligencia, por eso odio cualquier ruta mentirosa.
105.Para mis pasos tu palabra es una lámpara, una luz en mi sendero.
106.He hecho un juramento y lo mantendré de guardar tus justos juicios.
107.He sido hasta el colmo afligido vivifícame, Señor, según tu palabra.
108.Acepta, Señor, la ofrenda de mi boca, y enséñame tus juicios.
109.Expongo mi vida a cada instante, pero jamás me olvido de tu ley.
110.Los malvados me han tendido una celada pero no me alejé de tus ordenanzas.
111.Tus testimonios han sido siempre mi herencia, son la alegría de mi corazón.
112.Incliné mi corazón a cumplir tus preceptos, siempre y totalmente.
113.Odio los corazones repartidos y amo tu Ley.
114.Tú eres mi refugio y mi escudo, he puesto en tu palabra mi esperanza.
115.Apártense de mi, agentes del mal, para que guarde los mandamientos de mi Dios.
116.Sostenme según tu palabra, y viviré que no sea en vano mi esperanza.
117.Sé mi apoyo y estaré salvado, que tus preceptos sean siempre mis delicias.
118.Desprecias a los que abandonan tus preceptos, sus proyectos no son más que mentira.
119.Los malos del país son para ti la escoria, por eso yo amo tus testimonios.
120.Ante ti mi carne tiembla de miedo, tus juicios me llenan de temor.
121.He actuado con derecho y con justicia, no me entregues a mis opresores.
122.Defiende la causa de tu servidor, no dejes que me opriman los soberbios.
123.Por tu salvación mis ojos languidecen, y por tu justa palabra.
124.Según tu amor actúa con tu siervo, y enséñame tus preceptos.
125.Soy tu servidor, dame la inteligencia para que conozca tus testimonios.
126.Señor, es tiempo de que actúes, pues se viola tu Ley,
127.al verlo amo más tus mandamientos, los aprecio más que el oro fino.
128.Me regulo por todos tus preceptos y odio cualquier camino de mentira.
129.Maravillosos son tus testimonios por eso mi alma los guarda.
130.Exponer tus palabras es dar luz y abrir la inteligencia de los sencillos.
131.Abro una boca grande para aspirar pues estoy ávido de tus mandamientos.
132.Vuélvete a mí y ten de mí piedad, como los que aman tu nombre lo merecen.
133.Afirma con tu palabra mis pasos, no dejes que me domine algún mal.
134.Líbrame de la opresión del hombre, para que pueda observar tus ordenanzas.
135.Haz brillar tu faz sobre tu siervo y enséñame tus preceptos.
136.De mis ojos han brotado ríos de lágrimas al ver que no se observa tu Ley.
137.Tú eres justo, Señor, y rectos son tus juicios.
138.Has dictado tus testimonios con justicia, y con toda verdad.
139.Me consumo de indignación pues mis adversarios olvidan tus palabras.
140.Tu palabra está totalmente comprobada por eso tu servidor la ama.
141.Aunque soy poca cosa y despreciable, no me olvido de tus ordenanzas.
142.Tu justicia es justicia eternamente y tu Ley es verdad.
143.Si me asaltan la angustia y la ansiedad, tus mandamientos aún son mis delicias.
144.Tus testimonios son justicia eterna, dame la inteligencia y viviré.
145.Te invoco, Señor, con todo el corazón, respóndeme, pues quiero observar tus preceptos. 146.Yo a ti clamo, sálvame, pues quiero guardar tus testimonios.
147.Me adelanto a la aurora para clamarte, espero en tus palabras.
148.Mis ojos se adelantaron a las horas y volví a meditar en tu palabra.
149.Por tu amor, Señor, oye mi voz, hazme vivir según tus juicios.
150.Mis perseguidores se adhieren al crimen, pero se alejan de tu Ley.
151.Tú estás cerca, Señor, y todos tus mandamientos son verdad.
152.Lo que hace tiempo sé de tus testimonios es que los fundaste para siempre.
153.Mira mi miseria y líbrame, pues no me he olvidado de tu Ley.
154.Defiende mi causa y líbrame, que me vivifique tu palabra.
155.La salvación está lejos de los impíos, pues no se interesan en tus preceptos.
156.Frecuentes son, Señor, tus misericordias, hazme vivir según tus juicios.
157.Mis perseguidores y mis enemigos son sin cuento, pero no me aparté de tus testimonios.
158.Vi a los traidores y me dieron asco, pues no respetan tu palabra.
159.Mira cuánto amo tus ordenanzas, Señor, hazme vivir según tu gracia.
160.El principio de tu palabra es la verdad, tus juicios son justos para siempre.
161.Si bien los príncipes me perseguían sin razón, mi corazón temía más a tus palabras.
162.Tu palabra me llena de gozo como quien encuentra un gran tesoro.
163.Detesto la mentira, la aborrezco, pero eso sí que amo tu Ley.
164.Siete veces al día yo te alabo por tus juicios que son justos.
165.Una paz grande para los que aman tu Ley, nada podrá hacerlos tropezar.
166.Espero, Señor, tu salvación, y pongo en práctica tus mandamientos.
167.Mi alma toma en cuenta tus testimonios, los amo totalmente.
168.Observo tus ordenanzas, tus testimonios, a tu vista están todos mis caminos.
169.¡Que mi grito se acerque a tu faz, Señor, según tu palabra, dame la inteligencia!
170.¡Que mi súplica llegue hasta tu presencia, líbrame de acuerdo a tu palabra!
171.¡Que mis labios publiquen tu alabanza, pues tú me enseñas tus preceptos!
172.¡Que mi lengua celebre tu palabra, pues son justos todos tus mandamientos!
173.¡Que tu mano venga a socorrerme, pues yo elegí tus ordenanzas!
174.He ansiado, Señor, tu salvación, y tu Ley ha sido mi delicia.
175.¡Que mi alma viva para alabarte, y tus juicios vendrán en mi ayuda!
176.Iba errante como oveja perdida, ven a buscar a tu servidor, pues bien sabes que no olvidé tus mandamientos."



Largo canto o meditación o antología en honor de la ley del Señor. El artificio literario ha condicionado muchas cosas: el autor sigue el alfabeto hebreo, dedicando a cada letra ocho versos que comienzan por dicha letra. Esto significa la plenitud: de la alef a la tau, del principio al fin, el autor recita y ama los mandamientos. Cada una de las veintidós letras tiene 7 + 1 versos, lo cual significa la perfección consumada. Cada estrofa o letra suele enumerar ocho sinónimos de ley: preceptos, decretos, mandatos, mandamientos, palabras, consignas, leyes, voluntad.

Obligado por la «aliteración», el autor no ha podido desarrollar un tema, ni lo ha pretendido; se conforma con agrupar sentencias de diversa especie. Estas sentencias están inspiradas, muchas veces, en textos más antiguos; otras veces las tiene que inventar el autor para llenar la medida; su estilo varía según muchos géneros literarios.

La ley es la voluntad de Dios que se revela para ordenar la vida religiosa del hombre, su convivencia con Dios y con el prójimo: por eso es amable y perfecta e inagotable la ley. El salmista está continuamente hablando a Dios en segunda persona: la ley no es un orden objetivo impersonal, sino una realidad muy personal. La ley es parte de la alianza y parte de la revelación divina; es voluntad de Dios hecha palabra para enseñar y guiar al hombre.

Para rezar este salmo lo mejor es tomarlo por letras autónomas, como hacen en algunas iglesias orientales. De esta manera conserva cierta frescura e interés, y se evita la monotonía. En caso de que se reciten seguidas varias letras, tendremos una serie de respiraciones acompasadas, en las que debe dominar el tema unitario, sin fijarse demasiado en detalles.
[L. Alonso Schökel]

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Aleph.
La primera estrofa hace eco a la famosa recomendación del Deuteronomio «Amarás a Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas». Los versos hablan de esta totalidad y perfección: en ella está la dicha o bienaventuranza del hombre. El hombre será fiel si Dios no lo abandona.

1 Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor;
2 dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón;
3 el que, sin cometer iniquidad,
anda por sus senderos;
4 tú promulgas tus decretos,
para que se observen exactamente;
5 ojalá esté firme mi camino,
para cumplir tus consignas;
6 entonces no sentiré vergüenza
al mirar tus mandatos;
7 te alabaré con sincero corazón,
cuando aprenda tus justos mandamientos;
8 quiero guardar tus leyes exactamente,
tú no me abandones.

Para el rezo cristiano
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Los cristianos no estamos en régimen de ley, sino en régimen de gracia; no vivimos por el cumplimiento de unos mandatos, sino por la fe en Cristo. Ahora bien, el salmo nos da un par de puntos de apoyo para realizar la transposición cristiana. Ante todo, el tono intensamente personal: es decir, la ley como presencia de Dios, como convivencia con Dios; Cristo, que es la Palabra, es la verdad y el camino, porque nos revela la voluntad de Dios. Por Cristo personalizamos la ley. En segundo lugar, el salmo expresa una piedad personal honda, sin formalismo ni legalismo (quince veces suena la palabra corazón); por eso puede alimentar una piedad entrañable. Finalmente, las muchas súplicas, sobre todo en la letra He, dicen que ese amor del hombre a la ley y el cumplimiento de la voluntad divina es también don de Dios, obra de Dios, gracia. [L. Alonso Schökel]

Comentario exegético


En este salmo -el más extenso del Salterio- el poeta canta las alabanzas de la Ley de Dios, sin duda para responder a los escépticos de su tiempo, que procuraban olvidarla para vivir conforme a sus intereses y concupiscencias personales. Pero la Ley en sus labios "no tiene el sentido estricto de la legislación mosaica o del Pentateuco. La palabra hebrea Tôrâh tiene una acepción más amplia; y aquí, como en los salmos 1 y 18, significa toda revelación divina como regla de vida... No es un código rígido de preceptos y de prohibiciones, sino un cuerpo de doctrina, cuya plena significación no puede ser comprendida sino gradualmente y con la ayuda de la instrucción divina" (A. F. Kirkpatrick).

Por eso la palabra Ley es sinónima en este salmo de "revelaciones divinas, promesas y enseñanzas proféticas, sobre todo la voluntad de Dios, su beneplácito" (J. Calés). A través de la Ley se revela la misericordia divina, aun cuando corrige y castiga. El salmista se extasía ante las excelencias de la Ley, que refleja la voluntad divina para con los hombres. Por ello es el objeto constante de su meditación y a ella procura conformar totalmente su vida. Se siente débil y reconoce sus caídas, y, sobre todo, confiesa la necesidad de la gracia divina para mantener su fidelidad integral a la Ley. Por eso, constantemente afloran a sus labios los gritos de socorro y de súplica para no desviarse del verdadero sendero señalado por ella en la vida.

El cumplimiento de la Ley otorga ya una satisfacción íntima al alma piadosa: da ciencia, prudencia, sabiduría para conducirse en la vida, y, al mismo tiempo, procura consuelo, alegría íntima y conciencia tranquila. No obstante, el salmista se siente rodeado de gentes impías sin consideración alguna para sus valoraciones religiosas, lo que en su sensibilidad espiritual le causa profundo pesar. Algunas veces solicita verse libre de esta situación para poder vivir plenamente su vida espiritual. Cuando pide que se le otorgue la vida, ha de entenderse en este sentido de "vivencia" plena de su personalidad espiritual: "No sólo pide ser librado de la muerte, sino de todo lo que, dentro o fuera, comprime y paraliza la vida y le impide hacer uso de ella y gozarla a placer; porque la "vida" incluye las ideas de luz, de alegría y de prosperidad. Encuentra su plena realización en la comunión con Dios" (A. F. Kirkpatrick).


En el Salmo no aparece todavía la perspectiva luminosa de la vida en Dios en el más allá, pero su profundo espiritualismo lleva a las claridades de la panorámica evangélica. Hay que recordar que la revelación se ha ido perfilando y concretando gradualmente en las diversas etapas del Antiguo Testamento; y son las almas selectas las que han sabido captar mejor el soplo íntimo del Espíritu, que inconscientemente las guiaba hacia las claridades de la plena eclosión del Nuevo Testamento. Así, la noción de "vida" en el salmo encontrará su completa significación en las revelaciones del Evangelio de San Juan a la luz cegadora de la realidad del Verbo encarnado. Pero debemos respetar los estadios de la revelación en la historia y procurar captar el sentido gradual y relativo que en cada época tiene. "El salmo está penetrado de piedad filial, profunda y mística. Sus concepciones sobre el más allá son, sin duda, cortas y confusas. Pero su espíritu hace presentir el Evangelio. Es todo lo contrario del formalismo y del legalismo que caracteriza a los fariseos" (J. Calés).

El poeta se esfuerza por inculcar las excelencias de la Ley, a la que designa con ocho (o más) sinónimos: testimonio, precepto, juicio, mandato, oráculo, estatuto, palabra, camino. Es la expresión de la voluntad divina, pero sin formulismos farisaicos. Toda ella está penetrada del sentimiento interior, sin que la formulación de la misma signifique una interferencia entre Dios y el alma piadosa. "El salmo es un reconocimiento de la gracia de la revelación, de la fuerza que la Ley da a Israel en medio del paganismo circundante y al fiel israelita en presencia de una laxitud prevalente de fe y moral. En un tiempo en que la voz de la profecía era raramente oída, o quizá se había callado, se comienza a sacar fuerza de la meditación sobre la revelación hecha a las pasadas generaciones... Es digno de notarse que el salmo, que emana del período en que la ley ritual era codificada y el templo se había convertido en centro de la religión de Israel, no contenga alusión alguna al ceremonial o al sacrificio. Sin duda que el salmista había incluido la ley ceremonial como parte de los mandamientos de Dios, pero evidentemente no la considera como la parte principal de los mismos. Todo el salmo está animado por una profunda interioridad y espiritualismo, muy lejos del literalismo supersticioso de los tiempos posteriores... Tal obediencia, aunque se queda corta respecto de la libertad del Evangelio, es al menos un paso hacia ella" (A. F. Kirkpatrick).

El salmista representa aquí a la clase piadosa, y, por eso, muchas de sus expresiones trascienden sus problemas personales. Por el tono y el lenguaje parece que ha sido compuesto en los tiempos posteriores al destierro babilónico, y refleja la situación de la comunidad judía en los tiempos de Esdras o Malaquías (siglo V antes de Cristo). Algunos autores suponen que el salmo es una especie de vademécum compuesto para las jóvenes generaciones que surgían en un ambiente de laxitud moral y religiosa. La composición tiene una clara finalidad didáctica al estilo de los libros sapienciales.

Súplica en medio del peligro. La estrofa formada por los vv. 105-112, siguiendo la idea expresada en la estrofa anterior, declara que la ley es en su vida una lámpara que con su luz le descubre el sendero recto, guiándole de modo seguro en medio de los peligros de una sociedad materializada. Con toda decisión está resuelto a cumplir su juramento de ajustarse a los mandamientos divinos, que son siempre justos; pero ahora se halla sumido en la aflicción a causa de la hostilidad de sus enemigos, que conspiran contra él. Su vida está en peligro. Por eso ruega a Yahvé que acepte sus ofrendas voluntarias, sus votos y plegarias, para así contrarrestar la labor de sus enemigos, que, como cazadores avezados, le tienden lazos, le ponen una trampa para hacerle caer en la fosa. Justamente se oponen a él porque se mantiene incólume en su fidelidad a la ley. Pero el salmista declara que no se desviará de su conducta, porque los preceptos de Yahvé constituyen su herencia, o porción selecta que le ha caído en suerte, y le proporcionan el mayor gozo y alegría a su corazón lacerado. Por eso siempre está dispuesto a cumplir sus leyes, ya que son la expresión de la voluntad divina.

[Maximiliano García Cordero, en la Biblia comentada de la BAC]


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El salmo 118 es un canto a la Ley, de un piadoso israelita que vive en un ambiente de indiferencia religiosa, muy parecido a muchos de nuestros ambientes actuales. La Ley significa, para él, la revelación, las promesas, la palabra misma de Dios que se dirige a su pueblo.

Después de una semana, llena probablemente de luchas, tentaciones y dificultades, esta celebración nos introduce en el domingo, figura y anticipo de aquel día sin dolor ni llanto ni aflicción, que, precisamente porque ya no pertenece a esta creación, fue llamado por los Padres "día octavo", es decir, día que no cuenta entre los siete de la primera creación y que es inicio de un mundo nuevo.

Puesto en el umbral del domingo, el fragmento del salmo 118 que vamos a escuchar puede darnos el sentido pleno de nuestro día festivo. El autor del salmo es un joven y piadoso israelita que se encuentra rodeado de indiferencia religiosa y nos hace participar de sus sentimientos, manifestándonos su propia experiencia: "¡Estoy tan afligido! Mi vida -la vida de mi integridad religiosa- está siempre en peligro, porque los malvados constantemente me tienden un lazo. Pero yo -dice al Señor- encuentro siempre luz en tu palabra, ella es una lámpara para mis pasos; iluminado por ella, aunque las tentaciones sean recias, yo no me desviaré de tus decretos".

El domingo será para nosotros y para todos los cristianos el día de la palabra amorosamente escuchada y meditada. Rodeados durante la semana de enemigos, al empezar el domingo nos disponemos a colocar la lámpara de la palabra divina ante nuestros ojos; ella iluminará nuestros pasos y así nosotros, aunque se presenten dificultades numerosas, llegaremos a poseer la alegría de nuestro corazón, nuestra herencia perpetua, inaugurada por la resurrección de Cristo en el primer domingo que vivió la humanidad.
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Oración I: 
Que tu palabra, Señor, sea lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero; que, iluminados por ella, nunca nos desviemos de tus decretos por muchos que sean los lazos que nos tienda el enemigo. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración II: 
Los malvados, Señor, nos tienden constantemente su lazo; no permitas que olvidemos tu voluntad; que tu palabra sea luz para nuestros pasos y que, iluminados por ella, lleguemos a poseer, en el domingo definitivo de la vida eterna, la alegría de nuestro corazón, nuestra herencia perpetua. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración III:
Señor, tú estás cerca de los que te invocan; escucha, pues, la oración de quienes se adelantan a la aurora pidiendo tu auxilio y salva a los que se adelantan a las vigilias meditando tu promesa. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración IV:
Tu palabra, Señor, es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero; haz que, si nuestros inicuos perseguidores se acercan y nos tientan presentándonos lazos para hacernos caer, tengamos el gozo de experimentar que tus preceptos son nuestra herencia y la alegría de nuestro corazón. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

[Pedro Farnés]