SALMO 40 (39) Acción de gracias y petición de auxilio



Salmo de acción de gracias y lamentación individual. Quizás fue compuesto de dos salmos independientes, ya que la sección 14-18 se encuentra como salmo independiente, con el número 70 (69). Sin embargo, para algunos intérpretes la primera parte -acción de gracias por una liberación pasada- sirve de introducción a la lamentación.


[1 Del maestro de coro. De David. Salmo.]

2 Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito:

3 me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos;

4 me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor.

5 Dichoso el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños.

6 Cuántas maravillas has hecho,
Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro;
nadie se te puede comparar.
Intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número.

7 Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
8 entonces yo digo: "Aquí estoy
-como está escrito en mi libro-
para hacer tu voluntad."

9 Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.

10 He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.

11 No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea.

12 Tú, Señor, no me cierres tus entrañas,
que tu misericordia y tu lealtad
me guarden siempre,
porque me cercan desgracias sin cuento.

13 Se me echan encima mis culpas,
y no puedo huir;
son más que los pelos de mi cabeza,
y me falta el valor.

14 Señor, dígnate librarme;
Señor, date prisa en socorrerme.
[15 Sufran una derrota ignominiosa
los que me persiguen a muerte;

vuelvan la espalda afrentados
los que traman mi daño;
16 que se retiren avergonzados
los que se ríen de mí.]

17 Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: "Grande es el Señor"
los que desean tu salvación.

18 Yo soy pobre y desgraciado,
pero el Señor se cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación:
Dios mío, no tardes.


2-4 El comienzo es una secuencia en cuatro escenas rápidas. Un hombre se debate en el lodo de una ciénaga, que amenaza tragárselo aprovechando sus esfuerzos; grita. Alguien lo saca y coloca sus pies en roca firme. Al sentir la solidez bajo los pies, rompe a cantar de gozo y agradecimiento. Un grupo que asistía expresa su confianza en el liberador.
40.2 La forma enfática traduce la expectación, casi la impaciencia del aguardar.
40.3 El lenguaje nos trae la figura de Jeremías en el aljibe fangoso: Jr 38,6.13.
40.4 "Poner en la boca" es fórmula de alcance profético: Dt 18,18; Jr 1,9; 5,14.
40.5 De la experiencia concreta se remonta a una reflexión general en forma de bienaventuranza. "Idolatrías": otros lo interpretan como hombres arrogantes. Prefiero la antítesis vigorosa, recordando Hab 2,18.
6ab Este verso sirve de enlace: prolonga el tema de la confianza, pasa de la tercera a la segunda persona, prepara el tema siguiente. Las proezas las realiza a favor de un pueblo, no por el gusto de exhibir su poder. Es "incomparable": véase Is 40,18; 44,7; Sal 89,7.
6c Comienza el tema central de la expresión verbal, en el siguiente proceso: intento precario de contar - texto escrito - texto interiorizado - proclamación pública. El fracaso es una etapa constituyente.

7-9 Es importante apreciar paralelismos y correlaciones. En esquema: sacrificios / holocaustos, oídos / escrito, vengo / quiero. El primero es un merismo que abarca el culto. El segundo sugiere un encargo oral y uno escrito. El tercero es correlativo del anterior y se articula en dos piezas complementarias: el acto de presentarse y la disponibilidad para ejecutarlo.
7 Los sacrificios se relativizan (Eclo 34,18-35,26). "Cavar los oídos" es metáfora única. La imagen parece fijarse en la hondura corporal que abre el oído hacia el interior del hombre: compárese con Is 50,4s. 40,8a La respuesta es el acto de presentarse o comparecer: compárese con Is 6,8; 50,5.
8b-9 Lo que más interesa del texto es la asimilación del encargo y por implicación del tema. Lo que estaba en un "escrito", pasa a estar "en las entrañas"; el texto de la proclamación está amorosamente asimilado Compárese con Ez 3,3.

10-11 La proclamación se enuncia en cuatro verbos y seis sustantivos. El insistir en formas negativas, el apelar al testimonio de Dios, hacen sospechar algún riesgo en el encargo, como si algo grave indujera al silencio. El verbo positivo, "evangelizar", significa en la vida civil anunciar una buena noticia. Es típico del profeta del destierro, que también tropezaba con resistencia y hostilidad: Is 40,9; 41,27; 52,7; y 60,6; 61,1; Sal 96,2. El "derecho" recurre también en Is 41,2-10; 42,6.21; 45,19; 51,1.5.7. Los otros sustantivos, con posesivo "tu", pertenecen a una tradición ancha, también presente en el salterio. Ahora imaginemos que ha comenzado la predicación, que provoca resistencia, oposición, persecución; el orante invoca el auxilio de quien le encomendó la tarea. Es lo que sigue en 12-18.

12-13 Petición primera con motivación. No esperábamos una confesión de delitos: el orante no se presenta como víctima inocente. La expresión es hiperbólica.

14-18 Con ligeras variantes este texto figura independiente como salmo 70. Caben tres explicaciones, a) Es original la forma autónma, Sal 70; b) el puesto original es el Sal 40, de donde se desgajó como súplica breve, c) Es pieza de repertorio disponible para usos diversos. El texto bíblico actual nos invita a leerlo como parte integrante del salmo.

14-15 Forman la segunda petición, según módulos convencionales.

16-17 Las reacciones están elaboradas en un juego de oposiciones que podemos esquematizar así: los que buscan mi vida / los que te buscan a Ti; los que quieren mi desgracia / los que quieren mi salvación; los que se ríen de mí (lit: dicen ¡Ja, ja!) / los que dicen: ¡Grande es el Señor! El drama se resuelve en un acto teologal.

18 En el último verso retorna el orante con un enfático "yo". Se cierra el cuadrilátero: Tú - los malvados - tus fieles - yo.

La carta a los Hebreos recoge y comenta la parte central del salmo, según la versión griega de los LXX. En vez de "me cavaste oídos", dice "me aparejaste un cuerpo"; traduce "rollo" por "título". De este modo opone el autor a los sacrificios antiguos la entrega del Mesías. De aquí arranca el uso de los antiguos de poner todo el salmo en boca de Cristo y después en boca de la Iglesia. [L. Alonso Schökel]

[n][Los versículos entre corchetes no se leen en la liturgia, posiblemente por su tono imprecatorio. Sin embargo -nótese la curiosidad- sí se leen cuando forman parte del salmo 69, que se recita en la Hora Intermedia los miércoles de la IIIª semana del salterio.][/n]
Los versículos entre [] no se leen en la liturgia


Salmo 39: El "movimiento" de este salmo de acción de gracias es admirable: primero un grito de plegaria en una situación dramática, luego acción de gracias por ser escuchado. Conecta con la primera lectura, y también con lo que hemos leído en la carta a los hebreos, en estos días: es la respuesta “aquí estoy” a la voz del Señor. -"Se inclinó hacia mí... para escuchar mi grito", -"afirmó mi pie sobre la roca”, -"me puso en la boca un canto nuevo", -"abriste mis oídos... para que escuchara tu voluntad", -"llevo tu ley en mis entrañas... mira, no guardo silencio", -"Se me echan encima mis culpas y no puedo huir..." Dios no quiere ya sacrificios de animales... lo que agrada a Dios es la docilidad de cada instante a su voluntad... El "don de sí por amor".

La Epístola a los Hebreos que hemos leído estos días pasados, comentando el sacrificio que Jesús hizo de sí mismo, toma las palabras de este salmo. "Por eso Cristo al entrar en el mundo, dijo: no quieres sacrificio ni ofrendas, sino que me has dado un cuerpo (Era la traducción corriente según los manuscritos griegos de la época). No te agradan los holocaustos ni las ofrendas, para quitar los pecados. Entonces dije: aquí estoy, tal como está escrito de Mí en el libro (precisamente en este salmo 39), para hacer tu voluntad, oh Dios..." (Hebreos 10, 5-10). En esta forma un texto inspirado por Dios nos revela que Jesús recitaba este salmo con predilección, encontrando en él una de las más claras expresiones del don de sí permanente al Padre y a sus hermanos, hasta la hora del don total "de sí mismo en la cruz." Y añadió: "mi alimento es hacer la voluntad del Padre... (Juan 4,34).

Y en la hora misma de definir su sacrificio, repitió haciendo eco a este salmo: "¡Padre, que no se haga mi voluntad sino la tuya!" (Mateo 26,39). Y "por su obediencia somos salvados" (Romanos 5,19). Este salmo es ante todo la "oración misma de Jesús". Pero también es la nuestra, a condición de no caer en el ritualismo: lo que Dios espera de nosotros, no son los sacrificios externos, las oraciones ajenas a nosotros... Sino, el ofrecimiento de nuestra carne y sangre, de nuestra vida cotidiana, del "sacrificio espiritual" (1P 2,5; Rm 12,1). Podemos decir, ampliando la afirmación central de este salmo, que Dios espera más nuestros comportamientos cotidianos, que nuestras oraciones dominicales. Mi "acción de gracias" (Eucaristía) consiste en:

-Estar feliz de mi fe.
-Maravillarme de Dios.
-Hacer su voluntad en lo profundo de mi vida.
-Anunciar el evangelio, la buena nueva de su justicia, de su salvación, de su amor y de su verdad.

Una forma de recitar este salmo, sería dejarnos empapar por el ambiente de oración que respira, tal como se ha resaltado más arriba, para luego concretarlo en actitudes de "mi propia vida". Heme aquí, Señor, para hacer Tu voluntad (Noel Quesson).