Salmo 126 (125): Dios, alegría y esperanza nuestra



A la comunidad judía le cuesta reinstalarse en Israel después del destierro de Babilonia; pero, pese a las dificultades, los corazones se llenan de alegría al retorno de los primeros repatriados: Cuando el Señor cambió la suerte de Sión y nos hizo pasar del destierro a Israel, nos parecía soñar. Pero a la alegría del retorno hay que unir la súplica por una restauración más plena, hay que pensar en los que aún están cautivos en la lejana Babilonia: Que el Señor cambie nuestra suerte y nos dé la liberación total.

En labios cristianos este salmo debe ser la oración escatológica de un pueblo que, aunque sufre aún en el destierro y está lejos del reino, se sabe ya salvado. Por la resurrección de Cristo -el primer hombre repatriado-, el Señor ha cambiado la suerte de Sión; pensar en el triunfo del hombre, tal como resplandece en la carne del Resucitado, nos parece un sueño, casi no podemos creer tanta felicidad..., pero es ya realidad; el Señor ha estado grande con nosotros realmente. Pero a la alegría del "ya ahora estamos salvados" hay que unir la súplica ferviente por una salvación y liberación total que abarque a toda la humanidad: Que el Señor cambie nuestra suerte, la suerte de la humanidad esclava aún, la de los hombres que viven sin esperanza. Y que el pensamiento de que a los dolores sigue la alegría nos haga siempre "alegres en la esperanza".

En la celebración comunitaria, es recomendable que este salmo sea, en algunas ocasiones, proclamado por un salmista; si no es posible cantar la antífona propia, la asamblea puede acompañar el salmo cantando las antífonas "Los confines de la tierra han contemplado" o bien "¡Qué alegría, cuando me dijeron!".

Oración I: Señor, cambia la suerte de tu Iglesia, que, peregrina en la tierra, va sembrando con lágrimas; haz que el gran día de la siega universal podamos volver cantando, trayendo las gavillas, fruto de nuestro esfuerzo, y, con nuestra lengua llena de cantares, aclamar que tú has sido grande con nosotros. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración II: Tú, Señor, has estado grande con tu Hijo cuando lo arrancaste del poder de la muerte; renueva, pues, tus antiguas maravillas en bien de la Iglesia: aleja de ella toda suerte de esclavitud y haz que, después de haber llorado con Cristo, participando de su pasión, experimente también como él el gozo de una abundante cosecha. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.
[Pedro Farnés]


Dios, alegría y esperanza nuestra

1Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
2la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
"El Señor ha estado grande con ellos".
3El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

4Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
5Los que sembraban con lágrimas,
cosechan entre cantares.

6Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.

Salmo de acción de gracias pensando en la vuelta del destierro. Quizás ha sucedido una nueva desgracia, que provoca la súplica del verso 4 y hace recordar con confianza la vuelta desde Babilonia.

VV. 1-3. El recuerdo de la liberación es intenso: aquella alegría inesperada se hace presente. En la liberación reveló el Señor su grandeza, de modo que hasta los gentiles pudieron reconocerla; y esta revelación activa es fuente de gozo para el pueblo, incluso en el recuerdo.

V. 4. La súplica es enigmática: podría ser cita de la súplica clásica por la vuelta a Palestina. Pues ese "cambiar la suerte" es sobre todo "volver de la cautividad", con un ligero cambio de vocales en el texto hebreo. Los torrentes de la estepa meridional se hinchan repentinamente con una lluvia fuerte, y crean espacios de verde en medio de la aridez.

VV. 5-6. La experiencia histórica se transforma en la imagen serena de la vida agrícola, siembra y cosecha.
Para la reflexión del orante cristiano.- Cuando Cristo se apareció resucitado, también los discípulos creían soñar o ver un fantasma. Era el cambio inesperado de su suerte. Y cuando subió al cielo, volvían llenos de alegría. Cristo ha utilizado la imagen agrícola, invitándonos a sembrar, dejando que otros cosechen; ni una gavilla se perderá cuando el Señor cambie nuestra suerte, en la gran vuelta a casa, porque "sus obras los acompañan".
[L. Alonso Schökel]

El salmo 125 es una composición colectiva en dos partes:
 a) meditación eucarística o de acción de gracias sobre la restauración, vv. 1-3;
b) oración deprecativa para el futuro, vv. 4-6.

Tiene la misma composición del salmo 84, pero de forma inversa. Y, como él, es histórico, no escatológico. El hecho histórico que le dio origen fue la restauración de Israel felizmente iniciada, pero aún no consolidada.

VV. 1-3. La idea cambiar la suerte, restaurar, constituye el tema del salmo. En el v. 1 se celebra; en el v. 4 se suplica. El v. 1 alude a la vuelta del exilio. Sión es sinónimo de Israel. La alegría sentida entonces era tan intensa, que les parecía soñar (cf. Hch 12,9). El hecho pasó hace tiempo y fue experiencia vivida por los mismos que cantan. Hasta los gentiles alaban la grandeza de Yahvé al liberar a Israel. La repetición de El Señor ha estado grande recoge con énfasis la admiración de las naciones, convirtiéndola en un sentido cántico de agradecimiento.

VV. 4-6. Con la sobriedad propia de los cantos graduales, el orante no describe la lamentable suerte actual, sino sólo la insinúa elegantemente por medio de dos comparaciones: la primera con el Negueb, región árida del sur de Palestina, seca gran parte del año, que reverdece en cuanto llueve. La segunda, con el cambio de sentimientos de los agricultores, afanosos en la siembra, jubilosos en la recolección. Esta última se amplifica alegóricamente en v. 6, referido a Israel en singular colectivo.
[Extraído de R. Arconada, en La Sagrada Escritura. Texto y comentario, de la BAC]


COMENTARIOS AL SALMO 125

1.-PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL
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* Este salmo es un "salmo gradual" o "canto de subida". Hace pues parte de esta colección de cantos de peregrinación que los judíos cantaban subiendo hacia Jerusalén. Las expresiones (la marcha, la travesía, "se va, se va... se vuelve, se vuelve...") Hacen pensar en una inmensa procesión que avanza hacia el Templo, con los brazos cargados de "gavillas" para la fiesta en que se ofrendaban a Dios las cosechas.

Observemos la delicadeza rítmica, "como escalones a subir paso a paso", mediante palabras-gancho que se repiten de una estrofa a otra: "traía...trae..." "estábamos... estábamos..." - "maravillas... maravillas..." - "sembrado... semilla..." "se va... se vuelve..." Cada estrofa está compuesta sobre una medida que se llama "elegía": el primer verso tiene tres acentos y el segundo dos, como si la respiración, bajo una emoción demasiado fuerte, se fuera desvaneciendo. Este ritmo elegíaco es especialmente sensible en la primera estrofa:

"se va, se va llorando
hecha la semilla,
viene, viene alegremente.
Trae las gavillas".

El sentido original de este salmo, el que le dio el salmista judío, fue evidentemente el "regreso de los prisioneros" mediante el edicto de Ciro, en el año 538, después de 47 años de exilio en Babilonia. Este acontecimiento histórico innegable es para él un gran símbolo humano: En toda situación humanamente desesperada, Dios es el único "salvador". Los beneficiarios no salen de su asombro, creen ver un "sueño" su alegría estalla. Y los paganos (los goim) están igualmente maravillados y cantan la acción de gracias.

Para expresar en forma poética la idea de la "vida que renace después de la muerte", el autor usó dos imágenes: el torrente de agua viva que hace florecer el Negueb en primavera... Y las semillas del grano de trigo que mueren bajo tierra para dar nacimiento a la alegría de las cosechas...

Observemos la dimensión escatológica de la oración: la salvación "ya" ha comenzado pero "aún" no ha terminado. Los peregrinos en marcha hacia la Sión-Jerusalén, cantan una cuádruple liberación: la subida de Egipto con ocasión de la conquista de la tierra prometida, la subida de Babilonia al regresar de la cautividad, y la subida actual de los peregrinos hacia Dios, la subida escatológica de todas las naciones, de todos los hombres al fin de los tiempos. Finalmente la única verdadera "liberación" es la Pascua de Jesús.




SEGUNDA LECTURA: CON JESÚS

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** Recitemos este salmo poniéndolo en boca de Jesús la mañana de Pascua: justo cuando acaba de resucitar, y que puede realmente pedir a su Padre terminar su obra, "sacando" de la muerte todos aquellos que aún están cautivos. No se trata de un piadoso pensamiento facticio, pues Jesús mismo tomó esta imagen de la "semilla" como símbolo de la muerte-resurrección. (Juan 12,24). Varias veces, evocó el "reino que viene", como una cosecha. (Mateo 9,37; 13,30; 13,39; Marcos 4,29; Juan 4,35). El grano de trigo crece sin ti, el reino viene, el reino viene...

Muriendo, sembrando con lágrimas, Jesús sabía que El "cosecharía" y pedía a sus amigos permanecer alegres. (Juan 16,22).



TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO



*** Nadie puede ponerse en nuestro lugar para "actualizar" este salmo, para hacerlo carne de nuestra carne, nuestra oración plenamente personal, partiendo de nuestras propias situaciones humanas.

Dios salvador.
Dios liberador. ¿Lo creemos de verdad? ¿Creemos que Dios es el Señor de lo imposible? Los que experimentaron la vuelta del Exilio no salían de su asombro, les parecía algo fantástico, increíble.

¿Y yo? Tal situación conyugal o familiar aparentemente sin salida... Tal fracaso que parece definitivo... Tal pecado incrustado en mi vida como algo habitual... Tal duelo que truncó una vida...

Nuestra esperanza cristiana no es la vaga esperanza de que las cosas se arreglarán algún día, es la certeza que Dios "está en acción" para salvar lo que estaba perdido: es el Señor que "vuelve a traer" a los ¡cautivos! Es la certeza de que el dueño de la mies está haciendo madurar la cosecha (Marcos 4,26-29).

Dios quiere nuestra colaboración.
La salvación es un "don gratuito". En este sentido, se puede decir sin error que ella se realiza "sin nosotros", o al menos, que supera totalmente nuestras fuerzas. Pero Dios nos hizo libres: no somos marionetas manipuladas por El a distancia. Este salmo es todo un "programa" de trabajo y responsabilidad: "los que siembran con lágrimas, cosecharán con gritos de alegría..." En este sentido, la salvación no se hace " ¡sin nosotros! " Los llantos no pueden reemplazar el trabajo de la siembra: hay que hacer todo lo que está de nuestra parte para transformar en liberación la situación mortal que es la nuestra. El grano sembrado parece perdido, y en los países de hambre, el sembrador "sacrifica" trigo del cual se priva momentáneamente y que podría comer: hay motivo suficiente para llorar.

El papel positivo de la cruz. Nuestra colaboración en la salvación, nuestra forma de sembrar, es aceptar madurar como el "grano de trigo que se pudre para dar fruto". Debemos vivir las pruebas de la vida como "comuniones" con el misterio de la cruz de Jesús. La imagen de la semilla es elocuente: primero el abatimiento, el entierro... Iuego el peso de las gavillas cargadas de espigas maduras.

La nota dominante en este salmo, es la alegría, una alegría que explota en risas y canciones. Chouraqui traduce: "entonces la risa llena nuestra boca, ¡el canto nuestra lengua!" Y Claudel añade: "¡Nuestra lengua empezó a hablar sola... Dios hizo gastos para nosotros, lo supimos con alegría! ¡Se fueron llorando paso a paso, el grano a puñados, llanto por llanto. Pero he aquí que regresan triunfantes, los brazos no bastan para la gavilla!"...

Este mundo es sólo un comienzo. Al hacer una primera lectura, llama la atención el inicio exultante de este salmo: la liberación definitiva parece totalmente lograda, en las dos primeras estrofas... ¿Por qué entonces, las otras dos estrofas nostálgicas? El regreso de los cautivos, siendo maravilloso, fue parcial y engañoso: después de las risas y los cantos de alabanza, el combate humano empezó de nuevo... Nunca se repetirá suficientemente: solamente la Resurrección realizará plenamente la promesa de Dios. Hay que esperar, "sembrando con lágrimas", pero sabiendo que la parusía (la gloria de Dios) está en marcha y que oscura pero seguramente el grano germina y la cosecha madura: el reino viene. La Iglesia sabe, experiencia universal, que las lágrimas son simiente de alegría.

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo I
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 244-247



2. TORRENTES EN EL DESIERTO
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«Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares».

La vida es como marea que sube y baja, y yo he visto muchas mareas altas y mareas bajas en ritmo incesante a lo largo de muchos años y cambios y experiencias. Sé que la esterilidad del desierto puede trocarse de la noche a la mañana en fertilidad cuando se desbordan «los torrentes del Negueb». Torrentes secos del sur, a los que una súbita lluvia primaveral llenaba de agua, cubriendo de verde sus riberas en sonrisa espontánea de campos agradecidos. Ese es el poder de la mano de Dios cuando toca una tierra seca... o una vida humana.

Toca mi vida, Señor, suelta las corrientes de la gracia, haz que suba la marea y florezca de nuevo mi vida. Y, entretanto, dame fe y paciencia para aguardar tu venida, con la certeza de que llegará el día y los alegres torrentes volverán a llenarse de agua en la tierra del Negueb.

Es ley de vida: «Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares». Ahora me toca trabajar y penar con la esperanza de que un día cambiará la suerte y volveré a sonreír y a cantar. En esta vida no hay éxito sin trabajo duro, no hay avance sin esfuerzo penoso. Para ir adelante en la vida, en el trabajo, en el espíritu, tengo que esforzarme, buscar recursos, hacer todo lo que honradamente pueda. La tarea del sembrador es lenta y trabajosa, pero se hace posible y hasta alegre con la promesa de la cosecha que viene. Para cosechar hay que sembrar, y para poder cantar hay que llorar.

¿No es mi vida entera un campo que hay que sembrar con lágrimas? No quiero dramatizar mi existencia, pero hay lágrimas de sobra en mi vida para justificar ese pensamiento. Vivir es trabajo duro, y sembrar eternidad es labor de héroes. Sueño con que la certeza de la cosecha traiga ya la sonrisa a mi rostro cansado; y pido permiso para tomar prestado un canto de la fiesta del cielo para irlo ensayando con alegría anticipada mientras siembro aquí abajo.

«Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas».

CARLOS G. VALLÉS
BUSCO TU ROSTRO
Orar los Salmos
Sal Terrae, Santander-1989, págs. 236 s

3.-Benedicto XVI: El dolor visto con los ojos de Dios
Comentario al Salmo 125
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CASTEL GANDOLFO, miércoles, 17 agosto 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención pronunciada por Benedicto XVI este miércoles durante la audiencia general celebrada en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo, dedicada a comentar el Salmo 125, «Dios, alegría y esperanza nuestra».

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes de Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.

1. Al escuchar las palabras del Salmo 125 da la impresión de ver cómo se desarrolla ante los ojos el acontecimiento que se canta en la segunda parte del Libro de Isaías: el «nuevo éxodo». Es el regreso de Israel desde el exilio de Babilonia a la tierra de los padres, tras el edicto del rey persa Ciro, en el año 538 a.C. Entonces se repite la experiencia gozosa del primer éxodo, cuando el pueblo judío fue liberado de la esclavitud de Egipto.

Este salmo asumía un significado particular cuando se cantaba en los días en los que Israel se sentía amenazado y experimentaba el miedo, pues estaba sometido de nuevo a la prueba. El salmo incluye, de hecho, una oración por el regreso de los prisioneros de ese momento (Cf. versículo 4). De este modo, se convertía en una oración del pueblo de Dios en su itinerario histórico, lleno de peligros y pruebas, pero siempre abierto a la confianza en Dios, salvador y liberador, apoyo de los débiles y de los oprimidos.

2. El salmo introduce en una atmósfera de júbilo: hay sonrisas, fiesta, por la libertad lograda, de los labios salen cantos de alegría (Cf. versículos 1-2).

La reacción ante la libertad recuperada es doble. Por un lado, las naciones paganas reconocen la grandeza del Dios de Israel: «El Señor ha estado grande con ellos» (versículo 2). La salvación del pueblo elegido se convierte en una prueba límpida de la existencia eficaz y poderosa de Dios, presente y activo en la historia. Por otro lado, el pueblo de Dios profesa su fe en el Señor que salva: «El Señor ha estado grande con nosotros» (versículo 3).

3. El pensamiento se dirige después al pasado, revivido con un escalofrío de miedo y amargura. Queremos prestar atención a la imagen agrícola que utiliza el salmista: « Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares» (versículo 5). Bajo el peso del trabajo, a veces el rostro se riega de lágrimas: se siembra con una fatiga que podría acabar quizá en la inutilidad y el fracaso. Pero cuando llega la cosecha abundante y gozosa, se descubre que ese dolor ha sido fecundo.

En este versículo del salmo se condensa la gran lección sobre el misterio de fecundidad y de vida que puede albergar el sufrimiento. Precisamente, como había dicho Jesús en los umbrales de su pasión y muerte: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Juan 12, 24).

4. El horizonte del salmo se abre de este modo a la festiva cosecha, símbolo de la alegría producida por la libertad, por la paz y la prosperidad, que son fruto de la bendición divina. Esta oración es, entonces, un canto de esperanza, al que se puede recurrir cuando se está sumergido en el momento de la prueba, del miedo, de la amenaza exterior y de la opresión interior.

Pero puede convertirse también en un llamamiento más general a vivir los propios días y a cumplir las propias opciones en un clima de fidelidad. La esperanza en el bien, aunque sea incomprendida y suscite oposición, al final llega siempre a una meta de luz, de fecundidad, de paz.

Es lo que recordaba san Pablo a los Gálatas: «El que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos de obrar el bien, que a su tiempo nos vendrá la cosecha, si no desfallecemos» (Gálatas 6, 8-9).

5. Concluyamos con una reflexión de san Beda el Venerable (672/3-735) sobre el salmo 125 en la que comenta las palabras con las que Jesús anunciaba a sus discípulos la tristeza que le esperaba y al mismo tiempo la alegría que surgiría de su aflicción (Cf. Juan 16, 20).

Beda recuerda que «lloraban y se lamentaban los que amaban a Cristo cuando le vieron apresado por los enemigos, atado, llevado a juicio, condenado, flagelado, ridiculizado, por último crucificado, atravesado por la lanza y sepultado. Gozaban sin embargo quienes amaban al mundo…, cuando condenaban a una muerte vergonzosa a quien les resultaba molesto sólo con verle. Se entristecieron los discípulos por la muerte del Señor, pero, al recibir noticia de su resurrección, su tristeza se convirtió en alegría; al ver después el prodigio de la ascensión, con una alegría aún mayor alababan y bendecían al Señor, como testimonia el evangelista Lucas (Cf. Lucas 24,53).

Pero estas palabras del Señor se adaptan a todos los fieles que, a través de las lágrimas y las aflicciones del mundo, tratan de llegar a las alegrías eternas y que, con razón, ahora lloran y están tristes, pues no pueden ver todavía al que aman y, porque mientras están en el cuerpo, saben que están lejos de la patria y del reino, aunque estén seguros de llegar a través de los cansancios y las luchas al premio. Su tristeza se convertirá en alegría cuando, terminada la lucha de esta vida, reciban la recompensa de la vida eterna, según dice el salmo. “Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares” » («Homilías sobre el Evangelio» - «Omelie sul Vangelo», 2,13: Colección de Testos Patrísticos, XC, Roma 1990, pp. 379-380).

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final, de la audiencia al saludar a los peregrinos en varios idiomas, el Santo Padre dijo en castellano:]

Saludo con afecto a los peregrinos de España y Latinoamérica, particularmente a los fieles de la parroquia de Nuestra Señora del Socorro, de Aspe, y a los miembros de la Delegación del Sevilla Fútbol Club. Que el Señor sea siempre vuestra alegría y esperanza. ¡Gracias por vuestra presencia!