Salmo 35 (34) Súplica contra los perseguidores injustos



Este salmo largo, algo reiterativo, pertenece al género súplica de un inocente perseguido. Los motivos del género están perfectamente definidos: súplica motivada por la situación del orante, perseguido sin razón, por la actividad amenazadora de los perseguidores, confianza en la justicia y bondad del Señor, promesa de acción de gracias. El autor ha sabido componer una pieza vigorosa, paradójicamente densa; convence por la intensidad. [L. Alonso Schökel]

1 [De David.]
Pelea, Señor, contra los que me atacan,
guerrea contra los que me hacen guerra;
2 empuña el escudo y la adarga,
levántate y ven en mi auxilio;

3 [blande la lanza
y cierra el paso a los que me persiguen;]
di a mi alma:
«yo soy tu victoria.»

[4 Sufran una derrota vergonzosa
los que me persiguen a muerte,
vuelvan la espalda con ignominia
los que traman mi daño;

5 sean paja frente al viento,
cuando el ángel del Señor los desbarate;
6 sea su camino oscuro y resbaladizo,
cuando el ángel del Señor los persiga.

7 Porque sin motivo me escondían redes,
me abrían zanjas mortales:
8 que los sorprenda el desastre imprevisto,
que los enrede la red que escondieron,
y caigan en la zanja que abrieron.]

9 Y yo me alegraré con el Señor,
gozando de su victoria;
10 todo mi ser proclamará:
«Señor, ¿quién como Tú,
que defiendes al débil del poderoso,
al pobre y humilde del explotador?»

11 Se presentaban testigos violentos:
me acusaban de cosas que ni sabía,
12 me pagaban mal por bien,
dejándome desamparado.

13 Yo, en cambio, cuando estaban enfermos,
me vestía de saco,
me mortificaba con ayunos
y desde dentro repetía mi oración.

14 Como por un amigo o por un hermano,
andaba triste;
cabizbajo y sombrío,
como quien llora a su madre.

15 Pero, cuando yo tropecé, se alegraron,
se juntaron contra mí
y me golpearon por sorpresa;
me laceraban sin cesar.
16 Cruelmente se burlaban de mí,
rechinando los dientes de odio.

17 Señor, ¿cuándo vas a mirarlo?
Defiende mi vida de los que rugen,
mi único bien, de los leones,
18 y te daré gracias en la gran asamblea,
te alabaré entre la multitud del pueblo.

19 Que no canten victoria mis enemigos traidores,
que no hagan guiños a mi costa
los que me odian sin razón.

[20 pues no viven en paz
ni con la gente pacífica,
traman engaños.
21 Se ríen de mí a carcajadas:
"Ja, ja, lo estamos viendo."]

22 Señor, tú lo has visto, no te calles,
Señor, no te quedes a distancia;
23 despierta, levántate, Dios mío,
Señor mío, defiende mi causa.

[24 Júzgame según tu justicia,
Señor Dios mío.
25 Que no canten victoria, que no piensen:
¡Qué bien! lo que queríamos;
que no digan: Nos lo hemos tragado.

26 Sufran una derrota afrentosa
los que se alegran de mi desgracia;
queden cubiertos de vergüenza y oprobio
los que se envalentonan contra mí.]

27 Que canten y se alegren
los que desean mi victoria,
que repitan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean la paz a tu siervo.
28 Mi lengua anunciará tu justicia,
todos los días te alabará.

I-3 La primera parte de la súplica usa la imagen guerrera para describir el juicio; de hecho, las grandes intervenciones de Dios contra los enemigos de su pueblo también se llaman «juicios». La respuesta pedida es el oráculo divino en que Dios se presenta y se define; la victoria es la salvación.

4-8 Pidiendo una sentencia justa reclama el castigo de los injustos acusadores; según la justicia israelítica, sancionada por Dios, se debe infligir al falso acusador la pena que intentaba hacer caer sobre el inocente.

Siguen las imágenes bélicas, con la alusión al ángel de las batallas.

9-10 Cuando se cumpla la sentencia de salvación y castigo, el salmista pronunciará la acción de gracias. Su gozo será la victoria del Señor, la salvación realizada por Dios.

10 Texto resumido del himno, con la fórmula clásica «Quién como Dios».

II-16 Descripción apasionada de su situación y de los acusadores desagradecidos: esta descripción debe mover a Dios a intervenir y es un elemento típico del género.

17-18 petición urgente y promesa de acción de gracias. En vez de Yhwh emplea aquí el título "Señor mío": a él toca salvar una vida que es única

19-28 La tercera parte insiste denodadamente en la denuncia del delito y el castigo invocado. La principal novedad es el desarrollo judicial. [L. Alonso Schökel]

[n]Los versículos entre corchetes no se utilizan en la liturgia.[/n]



COMENTARIOS AL SALMO 34

1. «YO SOY TU SALVACION»

«Di a mi alma: Yo soy tu salvación.

Ya sé que eres mi salvación, Señor, pero quiero oírlo de tu boca. Quiero el sonido de tu voz, el gesto de tus manos. Quiero escucharte en persona, ver cómo te diriges directamente a mí y recibir en mi corazón el mensaje de esperanza y redención: «Yo soy tu salvación».

Una vez recibido el mensaje, confío en verlo hacerse realidad en las penosas vicisitudes de mi vida diaria. Tú estás siempre a mi lado, y tú eres mi salvación, así que ahora espero ver a tu poder salvífico obrar maravillas en vida, según voy necesitando tu ayuda, tu guía y tu fortaleza. Si de veras eres mi salvación, hazme sentirlo así en el fondo de mi alma y en la práctica de la vida. Sálvame día a día, Señor.

En concreto, Señor, sálvame de aquellos que no me quieren bien. Los hay, Señor, y el peso de su envidia entorpece los pasos de mi alegría. Hay gente que se alegra si me sobreviene la desgracia, y se ríen cuando tropiezo y caigo.

«Cuando yo tropecé, se alegraron, se juntaron contra mí y me golpearon por sorpresa; me laceraban sin cesar; cruelmente se burlaban de mí, rechinando los dientes de odio. Señor, ¿hasta cuándo te quedarás mirando? Que no canten victoria mis enemigos traidores, que no hagan guiños a mi costa los que me odian sin razón».

No pretendo quejarme de nadie, Señor; allá cada cual con sus intenciones y con su conciencia; pero sí que siento a veces en mí y alrededor de mí la fricción, la tensión, la sospecha que endurece los rostros y enfría las relaciones. Quiero considerar a todo conocido como un amigo, y a todo compañero en el trabajo como un socio. Pero se me hace difícil en un mundo de crítica, envidia y competencia. Lo que de veras deseo es llegar yo mismo a aceptar de corazón a todos, para que el sentirse aceptados despierte en su corazón la amistad y me acepten a mí. Arranca de mi corazón toda amargura y hazme amable y delicado para que mi conducta invite también a la amabilidad y delicadeza de parte de los demás y cree un clima de acercamiento dondequiera que yo viva o trabaje. Si eres de veras mi salvación, redímeme a mí, y a cuantos viven y tratan conmigo, de la maldición de la envidia. Haz que todos nos alegremos del bien que cada uno hace, y que cada cual tome como hecho por él lo que su hermano ha conseguido.

«Entonces me alegraré en el Señor, y gozaré con su salvación».

CARLOS G. VALLÉSBusco tu rostro
Orar los SalmosSal Terrae. Santander 1989, pág. 69




SALMO 034
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