Salmo 147 A (146): Poder y bondad de Dios


Poder y bondad del Señor

1[¡Aleluya!]
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

2El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel;
3él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.

4Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
5Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
6El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.

7Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
8que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;

que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
9que da su alimento al ganado
y a las crías de cuervo que graznan.

10No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los jarretes del hombre:
11el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.

El salmo 146 es, con toda probabilidad, un himno que se compuso para la reconstrucción de las murallas de Jerusalén, cuando Israel volvió del exilio. El salmista nos hace contemplar en la reconstrucción de la ciudad y en el retorno de los exiliados una prueba de la bondad del Señor. Un sentimiento de conmoción invade su ánimo: El Dios omnipotente, creador del universo, se apresura ahora a ocuparse de Israel, para levantar su postración, vendar sus heridas, sostener a los humildes y humillar a los malvados.

Nuestra vida experimenta también dificultades y desánimos semejantes a las que vivieron los desterrados de Babilonia, necesita también contemplar la restauración que Dios prepara a su pueblo. En esta primera hora de la mañana -en que, por el poder de Dios, un hombre como nosotros, Cristo Jesús, que además era verdadero Dios, levantó su humanidad destruida e hizo de su cuerpo glorioso el símbolo y el inicio de la nueva Jerusalén-, contemplemos este misterio y exclamemos: El Señor, grande y poderoso, el que cuenta el número de las estrellas y a cada una la llama por su nombre, reconstruye Jerusalén y, con ello, sana nuestros corazones destrozados. Dios merece una alabanza armoniosa.

Oración I:
Señor Dios, cuya sabiduría no tiene medida, cuyo poder somete a cada estrella, llamándola por su nombre, tú, que reconstruiste Jerusalén y reuniste a los deportados de Israel, sana ahora también nuestros corazones destrozados y haz que confiemos siempre en tu misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración II:
Señor Dios, tú que sostienes a los humildes, pon tus ojos en estos fieles que confían en tu misericordia, venda nuestras heridas, sana nuestros corazones destrozados, no permitas que vivamos nuevamente en el destierro lejos de ti, antes reúnenos en tu Iglesia, nueva Jerusalén reconstruida, y haz que en ella entonemos la acción de gracias, esperando el día en que cantaremos en tu presencia, la música buena, la alabanza armoniosa que tú mereces. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. [Pedro Farnés]

V. 1: El carácter religioso de la música está muy bien expresado en este comienzo. Se trata aquí de una música alegre, que expresa el gozo de la alabanza.
VV. 2-3: El primer motivo del himno es histórico: la vuelta del destierro y la reconstrucción de la ciudad santa.
VV. 4-5: De la experiencia histórica reciente se pasa sin dificultad al poder cósmico de Dios: según la vieja tradición, las tribus de Israel en la tierra y los astros en el cielo son los ejércitos de Dios "Señor de las huestes". A ambos llama y congrega Dios. Esta síntesis es frecuente en el Deuteroisaías, el gran canto de la vuelta del destierro.
VV. 7-9: Comienza la segunda estrofa con nueva invitación musical: el himno pasa espontáneamente a la acción de gracias. De la historia y el cosmos pasamos a la providencia cotidiana, el pan de cada día de hombres y animales. Dios lo prepara desde el cielo, convocando las nubes, y enviando su bendición, que es la lluvia.
VV. 10-11: Referencia bélica: Dios defiende a su pueblo, no con caballería o infantería, sino con su presencia. Sólo exige de su pueblo confianza exclusiva en su misericordia. [L. Alonso Schökel]
El salmo 147 hebreo, salmos 146 y 147 de la Vulgata, es un cántico eucarístico, de acción de gracias, por la restauración de Sión. Tres invitaciones a la alabanza eucarística de Yahvé dividen el canto en tres partes iguales: a) invitación a la alabanza por el fin de la dispersión, vv. 1-6; b) invitación al canto litúrgico a Dios providente, vv. 7-11; c) invitación a Jerusalén a alabar a Yahvé, vv. 12-20 (o sea, salmo 147 de la Vulgata). Las tres partes forman una unidad en el texto hebreo, que la versión de los LXX divide en dos; la Vulgata distingue también dos salmos. El autor y la ocasión de la composición son desconocidos; la primera parte parece indicar alguna celebración a la vuelta del destierro. Muchos piensan en la solemne dedicación de las murallas reconstruidas de Jerusalén, narrada por Nehemías 12,27-43. También la parte tercera alude según algunos a la reconstrucción de los muros (cf. v. 13s).
VV. 1-6: El primer motivo del canto es la restitución de Israel: reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados, llamados metafóricamente los corazones destrozados. Del hecho histórico, pasa a alabar la omnisciencia divina, que cuenta y llama a las estrellas por su nombre; su omnipotencia y su providencia irresistible para con los humildes y los malvados, que sostiene a los primeros y a los segundos los humilla hasta el polvo. Son expresiones en tercera persona propias de pasajes hímnicos, como Is 40,26-29.
VV. 7-11: La segunda invitación, también en acción de gracias, tiene un carácter marcadamente litúrgico. Los términos cantar, con la cítara, y el uso del plural nos sitúan entre la comunidad religiosa en el santuario. Las alabanzas, también hímnicas, se refieren a la providencia diaria en favor del hombre: nubes, lluvia, hierba. Es original el detalle de las crías de cuervo que graznan (Job 38,41). Las preferencias de Yahvé tienen matiz sapiencial: no se complace en la robustez del caballo de guerra, ni en las piernas ágiles del guerrero (Sal 18,34), sino en los que le temen (Sal 33,16-18). [R. Arconada, en La Sagrada Escritura. Texto y comentario, de la BAC]
Los versículos entre [] no se leen en la liturgia


Para el rezo cristiano

Introducción general
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El salmo 146 es un salmo de alabanza a Dios que actúa en la historia concreta del pueblo (vv. 2-3), que puede reconstruir a su pueblo porque es "el señor de los ejércitos" (vv. 4-5), porque muestra su providencia solícita con los hombres y con los animales (vv. 7-9). Es su presencia, no la fuerza de las armas, la auténtica defensa del pueblo (vv. 10-11). En pocas palabras, una vez más, se cantan las prerrogativas del Dios de Israel: Señor de la historia y de la naturaleza. Esta síntesis frecuente en el Deuteroisaías aboga por una composición del salmo no anterior al siglo VI. Israel destrozado fue capaz de confesar a su Dios como el único.

Los creyentes palpamos el amor que Dios Creador y Redentor nos tiene. Nuestra experiencia personal pertenece al ámbito comunitario: congregados aquí, cuando éramos seres dispersos, aquí participamos ya ahora de la exaltación de Cristo, aquí se sacia nuestra sed. Por eso es lógico que nuestros corazones, gargantas y labios alaben al unísono, que es como debe salmodiarse este himno.

Atendida la forma y tema del himno puede emprenderse también una salmodia a dos coros; cada coro una estrofa:

Coro 1.º, Al Señor de la historia: "Alabad al Señor... el polvo a los malvados" (vv. 1-6).
Coro 2.º, Al Señor de la naturaleza: "Entonad la acción de gracias... que confían en su misericordia" (vv. 7-11).

Reunión de los dispersos

Destrozado y dispersado el "pueblo de Dios", da cabida a la esperanza. Dios es el Señor de los astros que otros adoran. El Dios poderoso se ha propuesto reunir a sus ovejas dispersas por el vendaval; recogerlas de oriente y de occidente y congregarlas en Jerusalén. La oscuridad de la noche del Jueves Santo dispersó al pequeño rebaño. Si aquellas tinieblas hubieran sido la última palabra, todo habría terminado en gran dispersión. Pero las primeras luces del primer día de la semana traen la grata noticia de que el sepulcro está vacío. Allá se encaminan los primeros discípulos, que se reunirán con los demás cuando reciban el mensaje: "He visto al Señor en persona" (Jn 20,18). Los dispersos se reúnen bajo una misma vivencia: son los "hermanos" de Jesús, "hijos" de un mismo Padre. Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa, porque nos ha hecho volver al Pastor y Guardián de nuestras vidas.

El agua viva

Una población agrícola tiene necesidad de agua para su subsistencia. Dios providente da esa agua. Merece la gratitud. La tradición judía hará del agua y del pozo que la contiene un símbolo de la ley. De ahí que el agua debiera salir de Jerusalén y del templo, dicen los profetas. Alrededor de la hora sexta, con la fatiga del camino acumulada, Jesús está sentado sobre el pozo (Jn 4,4ss). Un gesto que vale por un discurso. La Ley no sacia la sed. El hombre queda saciado cuando experimenta el don de Dios: que Dios dio a su Hijo Único para que todo el que crea tenga vida eterna (Jn 3,16). El Espíritu que escapa del costado abierto de Cristo -nuevo templo, nueva Jerusalén y nuevo pozo- es portador de esa vida. El Espíritu es la nueva fuente interna de vida que guía al creyente; le lleva hasta el manantial paterno. Entonemos la acción de gracias a Dios, que nos ha traído a la fuente de la que sabemos "do tiene su manida".

Exalta al humillado

La acción salvadora de Dios no es una suma de fuerzas: el vigor de los caballos y los jarretes del hombre no valen nada. La soberbia de Ciro o el poder filisteo serán humillados. Dios comienza a salvar cuando el hombre aprende a confiar. Es decir, cuando deja de jactarse de su justicia, cuando aprende a confesar su ceguera, cuando se sabe desvalido. El axioma evangélico, efectivamente, reza así: "El que se humilla será exaltado". Porque el Hijo se humilló hasta lo más ínfimo del ser-hombre, Dios le exaltó. En el futuro está dispuesto a desplegar la fuerza de su brazo para dispersar a los soberbios y exaltar a los humildes, a aquellos que hacen del amor de Dios la razón de su existir. Conocedores del amor que Dios nos tiene, pidámosle que nos mantenga en su amor. Así le alabaremos porque sostiene a los humildes, a los que confían en su misericordia.

Resonancias en la vida religiosa

Alabanza armoniosa al Dios providente: Cada una de nuestras voces, de nuestras personas, se convierte en un elemento insustituible de armonía en la alabanza comunitaria que ahora dirigimos al Señor: "Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa". Por esto debemos procurar que el amor, difundido por el Espíritu en nuestros corazones, nos armonice en un solo sentir y pensar. Así la música y la acción de gracias será buena.

Todos y cada uno magnificamos armónicamente la Providencia del Padre; El se preocupa de que no nos falte el pan cotidiano y hasta nos anticipa a hoy el pan escatológico del mañana; para El cada uno de nosotros no es un simple número o un innominado en medio de la masa humana: nos conoce y nos llama por nuestro nombre, estableciendo con nosotros una relación auténticamente interpersonal; en la persona de su Hijo nos despojó de nuestro mal, y subió a la cruz nuestros pecados para que vivamos, y con sus heridas nos curó.

Nuestra alabanza adquiere credibilidad cuando el objeto de la misma llega a ser para nosotros exigencia y modelo de actuación.

Oraciones sálmicas

Oración I:
Padre de la unidad, que por medio de la humillación y exaltación de tu Hijo Jesús has reunido en tu Iglesia a todos tus hijos dispersos por el pecado; recibe nuestra acción de gracias y mantén en la unidad a quienes confiamos en tu misericordia. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración II:

Tú eres, Padre, manantial de la Vida; no permitas la esterilidad, pues cubres el cielo de nubes preparando la lluvia para la tierra y haciendo brotar hierba en los montes; haz surgir en nuestros corazones el agua viva de tu Espíritu que nos lleve hacia ti, que eres nuestra fuente. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración III:
Señor, que no aprecias el orgullo del hombre, sino su humilde confianza en tu misericordia; concédenos la gracia de conocer tu grandeza y poderío, manifestados en la pobreza y pequeñez de tu Hijo hecho hombre; así nuestra vida será agradable a tus ojos. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén. [Ángel Aparicio y José Cristo Rey García]


Comentario exegético
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[Los salmos 146 y 147 de la Vulgata, a cuya numeración se atiene la Liturgia de las Horas, constituyen el salmo 147 del texto hebreo. La Biblia de Jerusalén da a este salmo el título de Himno al Todopoderoso. El poeta ensalza a Yahvé como libertador de Israel, Creador, amigo de los "pobres". Para Nácar-Colunga el título de este salmo es Alabanza a Dios por la restauración de Sión. El objeto del salmo aparece en el versículo 2, y de él resulta que mira a la restauración, que siguió a la cautividad. Pero no sólo en esta obra, sino también en otras muchas naturales se revela la grandeza del poder de Dios.--

Las maravillas de la divina providencia.- Este himno eucarístico, de acción de gracias, consta de tres partes: a) alabanza de Yahvé por haber restaurado a Sión, mostrando a la vez su omnipotencia como Creador y Gobernador del mundo (vv. 1-6); b) proclamación de las magnificencias de la Providencia en las criaturas (vv. 7-11); c) acción de gracias por la paz y la prosperidad, y, sobre todo, por haber dado la Ley a Israel, por la que se distingue de todas las naciones (vv. 12-20, o sea, salmo 147 de la Vulgata). El optimismo con que está redactado parece reflejar una situación de paz después de la repatriación. Algunos autores suponen que fue compuesto con motivo de la dedicación de las murallas de Jerusalén en tiempos de Nehemías.

Alabanza de la omnipotencia divina (vv. 1-6).- La bondad de Yahvé se ha manifestado en primer lugar en la restauración de las murallas de la ciudad santa y en la repatriación de sus habitantes. Con ello se ha mostrado como solícito médico, curando las heridas de su pueblo, castigado duramente en el exilio.

Pero este Dios de Israel es también el Soberano del universo, que, como tal, tiene contadas las estrellas, que para el hombre resultan innumerables. Con ello muestra su omnipotencia y omnisciencia, pues las conoce por separado, poniéndoles su propio nombre, para organizarlas en compacto ejército, según expresión del profeta: "Alzad a los cielos vuestros ojos y mirad: ¿Quién los creó? El que hace marchar su bien contado ejército, y a cada uno llama por su nombre, y ninguno falta" (Is 40,26). En ello muestra su grandeza y sabiduría soberana. Pero, a pesar de su excelsitud, vela solícito sobre los humildes, confundiendo a los soberbios y protervos malvados.

Dios provee a las necesidades de los vivientes (vv. 7-11).- Continuando la enumeración de la múltiple solicitud de Yahvé, el poeta habla de las providencias de la naturaleza ordenada por Él: la lluvia a su tiempo, la hierba de los montes y del campo, la comida a los pajarillos, son prueba de su solicitud paternal sobre todos los vivientes.

Para Dios no tiene valor la fuerza física, sino la entrega sincera del corazón contrito y confiado a su providencia salvadora.-- Maximiliano García Cordero, en la Biblia comentada de la BAC]


Catequésis de Juan Pablo II
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1. El salmo que se acaba de cantar es la primera parte de una composición que comprende también el salmo siguiente -el 147- y que en el original hebreo ha conservado su unidad. En la antigua traducción griega y en la latina el canto fue dividido en dos salmos distintos.

El salmo comienza con una invitación a alabar a Dios; luego enumera una larga lista de motivos para la alabanza, todos ellos expresados en presente. Se trata de actividades de Dios consideradas como características y siempre actuales; sin embargo, son de muy diversos tipos: algunas atañen a las intervenciones de Dios en la existencia humana (cf. Sal 146, 3.6.11) y en particular en favor de Jerusalén y de Israel (cf. v. 2); otras se refieren a toda la creación (cf. v. 4) y más especialmente a la tierra, con su vegetación, y a los animales (cf. vv. 8-9).

Cuando explica, al final, en quiénes se complace el Señor, el salmo nos invita a una actitud doble: de temor religioso y de confianza (cf. v. 11). No estamos abandonados a nosotros mismos o a las energías cósmicas, sino que nos encontramos siempre en las manos del Señor para su proyecto de salvación.

2. Después de la festiva invitación a la alabanza (cf. v. 1), el salmo se desarrolla en dos movimientos poéticos y espirituales. En el primero (cf. vv. 2-6) se introduce ante todo la acción histórica de Dios, con la imagen de un constructor que está reconstruyendo Jerusalén, la cual ha recuperado la vida tras el destierro de Babilonia (cf. v. 2). Pero este gran artífice, que es el Señor, se muestra también como un padre que desea sanar las heridas interiores y físicas presentes en su pueblo humillado y oprimido (cf. v. 3).

Demos la palabra a san Agustín, el cual, en la Exposición sobre el salmo 146, que pronunció en Cartago en el año 412, comentando la frase: "El Señor sana los corazones destrozados", explicaba: "El que no destroza el corazón no es sanado... ¿Quiénes son los que destrozan el corazón? Los humildes. ¿Y los que no lo destrozan? Los soberbios. En cualquier caso, el corazón destrozado es sanado, y el corazón hinchado de orgullo es humillado. Más aún, probablemente, si es humillado es precisamente para que, una vez destrozado, pueda ser enderezado y así pueda ser curado. (...) "Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas". (...) En otras palabras, sana a los humildes de corazón, a los que confiesan sus culpas, a los que hacen penitencia, a los que se juzgan con severidad para poder experimentar su misericordia. Es a esos a quienes sana. Con todo, la salud perfecta sólo se logrará al final del actual estado mortal, cuando nuestro ser corruptible se haya revestido de incorruptibilidad y nuestro ser mortal se haya revestido de inmortalidad" (5-8: Esposizioni sui Salmi, IV, Roma 1977, pp. 772-779).

3. Ahora bien, la obra de Dios no se manifiesta solamente sanando a su pueblo de sus sufrimientos. Él, que rodea de ternura y solicitud a los pobres, se presenta como juez severo con respecto a los malvados (cf. v. 6). El Señor de la historia no es indiferente ante el atropello de los prepotentes, que se creen los únicos árbitros de las vicisitudes humanas: Dios humilla hasta el polvo a los que desafían al cielo con su soberbia (cf. 1 S 2,7-8; Lc 1,51-53).

Con todo, la acción de Dios no se agota en su señorío sobre la historia; él es igualmente el rey de la creación; el universo entero responde a su llamada de Creador. Él no sólo puede contar el inmenso número de las estrellas; también es capaz de dar a cada una de ellas un nombre, definiendo así su naturaleza y sus características (cf. Sal 146,4).

Ya el profeta Isaías cantaba: "Alzad a lo alto los ojos y ved: ¿quién ha creado los astros? El que hace salir por orden al ejército celeste, y a cada estrella la llama por su nombre" (Is 40,26). Así pues, los "ejércitos" del Señor son las estrellas. El profeta Baruc proseguía así: "Brillan los astros en su puesto de guardia llenos de alegría; los llama él y dicen: "¡Aquí estamos!", y brillan alegres para su Hacedor" (Ba 3,34-35).

4. Después de una nueva invitación, gozosa, a la alabanza (cf. Sal 146,7), comienza el segundo movimiento del salmo 146 (cf. vv. 7-11). Se refiere también a la acción creadora de Dios en el cosmos. En un paisaje a menudo árido como el oriental, el primer signo de amor divino es la lluvia, que fecunda la tierra (cf. v. 8). De este modo el Creador prepara una mesa para los animales. Más aún, se preocupa de dar alimento también a los pequeños seres vivos, como las crías de cuervo que graznan de hambre (cf. v. 9). Jesús nos invitará a mirar "las aves del cielo: no siembran ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta" (Mt 6,26; cf. también Lc 12,24, que alude explícitamente a los "cuervos").

Pero, una vez más, la atención se desplaza de la creación a la existencia humana. Así, el salmo concluye mostrando al Señor que se inclina sobre los justos y humildes (cf. Sal 146,10-11), como ya se había declarado en la primera parte del himno (cf. v. 6). Mediante dos símbolos de poder, el caballo y los jarretes del hombre, se delinea la actitud divina que no se deja conquistar o atemorizar por la fuerza. Una vez más, la lógica del Señor ignora el orgullo y la arrogancia del poder, y se pone de parte de sus fieles, de los que "confían en su misericordia" (v. 11), o sea, de los que abandonan en manos de Dios sus obras y sus pensamientos, sus proyectos y su misma vida diaria.

Entre estos debe situarse también el orante, fundando su esperanza en la misericordia del Señor, con la certeza de que se verá envuelto por el manto del amor divino: "Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar su vida de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. (...) Con él se alegra nuestro corazón; confiamos en su santo nombre" (Sal 32, 18-19.21).

[Audiencia general del Miércoles 23 de julio de 2003]


1. Alabanza a Cristo

* Este pan -flor de harina- es el Cuerpo de Cristo, que nos nutre de Sí, como grano caído en tierra.259 "y si, ya aquí abajo, Jesús nos conforta dándonos a comer su propia Carne, ¿cómo saciará en el Cielo a quienes les desborde con la luz de su Divinidad?"260

GENEROSIDAD: La Iglesia es la nueva Jerusalén a quien Cristo exhorta a alabar al Padre por los bienes espirituales que le concede, entre los cuales el supremo es la Santísima Eucaristía.261 San Agustín, glosando la generosidad de Dios, decía: 'Plus dare nescivit, plus dare non potuit, plus dare non habuit' (No supo dar más, no pudo dar más, no tuvo más que dar). Por medio de Ella, el Señor nos comunica una vida nueva para nuestra prosperidad espiritual y recibimos, a la vez, el sacramento de la unidad y la caridad fraterna.262

** La interpretación tipológica que la Liturgia hace de este salmo, por medio de las antífonas,263 y los comentarios de Agustín,264 constituyen el cauce por donde podría discurrir este momento meditativo de la salmodia: Dios Padre envía su mensaje, su Palabra, a la tierra. Es su Hijo que ha sido puesto para caída y resurrección de muchos (Lc 2: 32). 'Aunque había realizado tantos milagros ante ellos, no creían en Él, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías que decía: «Les cegó sus ojos y endureció su corazón, para que no vean con los ojos, ni entiendan con el corazón y se conviertan y los sane.»' (/Jn/12/40 /Is/06/09) Y Agustín explica las palabras de Juan matizando: 'Sic obdurat Deus deserendo, non adiuvando' (Dios petrifica el corazón de los malvados abandonándolos a sí mismos, no concurriendo a su endurecimiento).

*** La meditación de Gregorio de Nisa265 sobre el texto -en el mismo sentido, prácticamente, que Agustín-,266 nos descubre el trasfondo cristológico de esta estrofa, a primera vista algo oscura. "El hombre, paralizado por el frío del paganismo y penetrado por el calor del Espíritu Santo, se funde bajo los rayos del Verbo para transfigurarse en fuente que salta hasta la vida eterna" (Jn 4: 14).

El sentido profundo del enigma tocante a este invierno del que habla el salmo está relacionado con la libertad de la voluntad humana. La naturaleza del hombre florecía en el Paraíso, ... pero el invierno de la desobediencia secó su raíz, cayeron sus flores y el hombre sufrió el expolio de su hermosura inmortal; se secó también la hierba de sus virtudes. Sin embargo, después de venir Aquel que dijo al mar: '¡Calla!, ¡enmudece!' (Mc 4: 38), nuestra naturaleza comenzó de nuevo a florecer."

En este viernes, con el salmo 147, la Iglesia glorifica al Señor que, con su Muerte en la Cruz, ha rescatado al hombre -la obra maestra de todo el universo- y ha derramado abundantemente sobre él tales beneficios: ha reforzado los cerrojos de tus puertas, ha bendecido a tus hijos dentro de ti, ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina (vv. 13-14).

......................

* El salmo comienza por el versículo 12 porque, en el texto original hebreo, los salmo 146 y 147 se encuentran unificados.

259 S. JERÓNIMO, Breviarium in psalmos, 147, 3; PL 26.

260 CASIODORO, Expositiones in Psalterium, 147, 3; PL 70.

261 P. SALMON OSB, Les 'Tituli psalmorum' des manuscrirs latins, Paris, 1959, Serie I (S. Columbano), 147, p. 74: 'Vox Christi ad Ecclesiam'.

262 LITURGIA DE LAS HORAS, Sal resp Solemn Cuerpo y Sangre de Cristo; ant I Vísp Solemn Cuerpo y Sangre de Cristo; P. SALMON OSB, Les 'Tituli psalmorum' des manuscrits latins, París, 1959, Serie V (Pseudo-Orígenes), 147, p. 148: "Psalmus ostendit quod ipse (Christus) Ecclesiam suam in pace spiritalis tritici repleat ubertate.''

263 LITURGIA DE LAS HORAS, ant 2 Vísp Navidad; I Vísp de la Solemn de la Anunciación del Señor: Envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; OLM, Sal resp Dom 2 después de Navidad.

264 S. AGUSTIN, In loannis Evangelium tractatus, 53, 4-6; PL 35, 1775-1777.
265 S. GREGORiO DE NISA, In Canticum canticorum homiliae, 5, PG 44.
266 S. AGUSTIN, Enarrationes in psalmos, 147, 16-18.
FÉLIX AROCENA 1.Págs. 120-122



2. PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL

* LEY/LUZ: Este salmo, en el texto hebreo, es la segunda parte del salmo 146 y continuación del mismo tema: Himno de alabanza a Dios Señor de todo y cuya bondad se manifiesta en toda clase de beneficios. Para los pueblos rurales de otros tiempos, la "ciudad", rodeada de murallas y protegida por sólidas puertas, era el símbolo de la seguridad. Para los pueblos flagelados por el hambre, el "pan" en abundancia es símbolo de la felicidad y de la vida. Para los pueblos de países cálidos, los fenómenos meteorológicos del invierno (nieve, escarcha, hielo) ocurren raras veces y son símbolos de lo irreal, de lo sobrenatural, de lo admirable... Maravillas que sólo Dios puede realizar. Pero Israel no olvida nunca que el mayor beneficio es el maravilloso don de la "Ley", de la "alianza" de Dios con su pueblo: ningún otro pueblo fue tratado de igual manera, ningún otro pueblo conoció sus voluntades. Estos dos temas, el de la intervención de Dios en la historia y el de la intervención de Dios en la naturaleza están estrechamente unidos por el tema de la "Palabra", del "Verbo" de Dios: es el mismo Dios "que se expresa" en los dos casos... Y las maravillas del cosmos son como la garantía de la verdad de su ley. El hombre que conoce la voluntad de Dios tiene la posibilidad de saber "la ley de su ser": es una seguridad de éxito. Lejos de considerar la ley como una sujeción o un peso, Israel la considera como liberadora. Se la ama, como la luz que permite caminar sin vacilar. Saber lo que es "bueno para el hombre", saber "lo que lo destruye", ¡qué beneficio!

SEGUNDA LECTURA: CON JESÚS

** La Iglesia nos propone este salmo en la "Fiesta del Corpus Christi", la Fiesta del "Cuerpo y Sangre" del Señor. Este "pan de trigo que nos sacia" no puede menos de hacernos pensar en este "pan de vida" del que Jesús habló con frecuencia (Juan 6).

El salmo 147 dice que Dios "envía su palabra a la tierra... y que su Verbo la recorre...". Se trata de una "palabra" casi personificada, que tiende a ser distinta de quien la profiere. El autor del salmo no podía pensar en una tal perspectiva, pero nosotros no podemos olvidar las palabras de San Juan: "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Juan 1,14). Sí, Jesús fue la mejor "expresión" de Dios. Sus hechos, sus gestos, sus palabras, nos hablan mejor de Dios que todos los estudios que se han hecho sobre El. El es "verdaderamente la Palabra" de Dios en el mundo.

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

*** Seguridad material. Alimentos terrenales. Felicidad humana. 
Hubo una época en la Iglesia en que aparentemente se despreciaron los goces sencillos de esta tierra. Una predicación "espiritualista", desencarnada, hizo sospechosos estos goces humanos. La religión de Israel era más realista y daba gracias a Dios cuando los "barrotes de las puertas de la ciudad" habían resistido a los asaltos de los agresores... O cuando las provisiones de la ciudad eran abundantes... O cuando la paz reinaba en las fronteras. ¿Por qué no volver a los mismos temas para agradecer a Dios de todo lo bueno que hay en nuestras vidas cotidianas? Gracias, Señor, por la casa que me protege... Gracias, Señor, por la comida y el alimento que no falta... Gracias, Señor, por la libertad y la paz que tenemos... Pero de inmediato otra oración aflora en nuestros labios: danos, Señor, la seguridad en estos tiempos de violencia... Sacia, Señor, a los hambrientos... Da, Señor, la paz a los pueblos que están en guerra, a los perseguidos, a los desdichados.

Eclosión de vida primaveral. Si la metamorfosis del agua en hielo no nos impresiona... Si el granizo que cae de arriba no impresiona nuestra imaginación, como sucedía con nuestros antepasados... Sepamos al menos reconocer que estamos muy desamparados ante estas catástrofes. El autor de los salmos decía acertadamente: "¿Quién podrá no cejar ante este frío?". A pesar de los proyectiles contra el granizo, el campesino y el viñador saben muy bien que dependen de la meteorología. Un cultivo "granizado", una viña "helada", es la ruina, y a veces por varios años. ¡Qué alegría cuando la primavera se anuncia claramente, cuando viene el "deshielo", cuando "corren las aguas"! Se puede orar siempre ante las maravillas de la primavera, al borde de un arroyuelo campesino.

Beneficios espirituales. Alimentos espirituales. Dichas espirituales.
¿Por qué armar contradicciones? ¿Por qué contentarnos con dichas materiales? Israel, admirable una vez más por su equilibrio, agradece a Dios, en el mismo salmo, por sus logros y por el don de la Alianza. "Gracias, Señor, por habernos revelado tu Palabra, por habernos dado tu Ley. ¡No hizo tal con pueblo alguno! Ningún otro conoció sus voluntades". He ahí una alegría plena, desconocida para los que tienen lleno el vientre y realizan prósperos negocios. Hacer la voluntad de Dios: íntima satisfacción que cualquier hombre, aun el más pobre, puede disfrutar. Los hombres ahítos nunca sabrán las alegrías de que se privan, cerrándose a las perspectivas de lo invisible. El hombre no vive solamente de pan. La promoción del hombre no es asunto de aumento de salario o de poder de compra, sino también de mayor participación en la "cultura", en el "arte"... Y también la posibilidad de oración y relación con Dios. "El aspecto más sublime de la dignidad humana, es esta vocación del hombre para entrar en comunión con Dios" (Concilio Vaticano II. Gaudium et spes, 19).

El hombre tiene hambre de Dios. Cuando el hombre se hace las preguntas más radicales, las fundamentales, sólo las puede resolver en Dios. ¿Qué es el hombre? ¿Qué significan el sufrimiento, el mal, la muerte, que subsisten a pesar de tantos progresos? ¿De qué sirven estas victorias pagadas a tan alto precio? ¿Qué sucederá después de esta vida? ¿Por qué el hombre es ilimitado en sus deseos, conociendo muy bien sus límites? A todas estas preguntas, no hay respuesta en el sistema cerrado sobre el hombre. Pero, ¿por qué el hombre se encierra en sí mismo? En ciertos momentos, especialmente en los grandes acontecimientos de la vida, nadie puede evitar este género de interrogantes. Solamente Dios los puede responder plenamente. "¡Glorifica al Señor, Jerusalén! ¡Alaba a tu Dios, oh Sión! ¡Qué alegría es la tuya, comparada con aquellos que la ignoran!".

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo II
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 248-251



3.«El Señor envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve como lana, esparce la escarcha como ceniza; hace caer el hielo como migajas, y con el frío congela las aguas; envía una orden, y se derriten; sopla su aliento, y corren».

La dulce nieve habla el silencio en el paisaje de invierno. Gracia blanca del cielo para cubrir la tierra. El descanso del invierno para frenar la carrera de la vida. Y la promesa de agua para los campos helados cuando la nieve se derrita con los primeros fervores de la primavera. Gracias por la nieve, Señor.

Tu poder está escondido, Señor, en los tiernos copos que se posan suaves sobre los árboles y la tierra. No hay ningún ruido, ni presión, ni violencia; y, sin embargo, todo cede ante la mano invisible del maestro pintor. Imagen de tu acción, Señor, suave y poderosa cuando se encarga del corazón del hombre.

Tu poder es universal, Señor. Nada en toda la tierra se escapa a tu influencia. Todo el paisaje es blanco. Llegas a las altas montañas y a los valles escondidos; cubres las ciudades cerradas y los campos abiertos. Te presentas ante el sabio y ante el ignorante; amas al santo y al pecador. Tu gracia lo cubre todo.

Tu llegada es inesperada, Señor. Me despierto una mañana, me asomo a la ventana y veo que la tierra se ha vuelto blanca de repente, sin que sospechara nada la noche. Tú sabes los tiempos y las horas, tú gobiernas las mareas y las estaciones. Tú haces descender en el momento exacto la bendición refrescante de tu gracia sobre las pasiones de mi corazón. Apaga el fuego, Señor, antes de que me queme.

Señor del sol y las estrellas, Señor de la lluvia y la tormenta, Señor del hielo y la nieve, Señor de la naturaleza que es tu creación y mi casa: me regocijo al verte actuar sobre la tierra y recibo con alegría a los mensajeros atmosféricos que me llegan desde el cielo para confirmarme tu ayuda y recordarme tu amor.

¡Señor de las cuatro estaciones! Te adoro en el templo de la naturaleza.

Carlos G. Vallés
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae, Santander-1989, pág. 265



4. CATEQUESIS DEL PAPA 
en la audiencia general del miércoles
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5 de Junio de 2002

Un cántico en honor de la creación y de la redención
1. El Lauda Ierusalem, que acabamos de proclamar, es frecuente en la liturgia cristiana. A menudo se entona el salmo 147 refiriéndolo a la palabra de Dios, que "corre veloz" sobre la faz de la tierra, pero también a la Eucaristía, verdadera "flor de harina" otorgada por Dios para "saciar" el hambre del hombre (cf. vv. 14-15).

Orígenes, en una de sus homilías, traducidas y difundidas en Occidente por san Jerónimo, comentando este salmo, relacionaba precisamente la palabra de Dios y la Eucaristía: "Leemos las sagradas Escrituras. Pienso que el evangelio es el cuerpo de Cristo; pienso que las sagradas Escrituras son su enseñanza. Y cuando dice: el que no coma mi carne y no beba mi sangre (Jn 6, 53), aunque estas palabras se puedan entender como referidas también al Misterio (eucarístico), sin embargo, el cuerpo de Cristo y su sangre es verdaderamente la palabra de la Escritura, es la enseñanza de Dios. Cuando acudimos al Misterio (eucarístico), si se nos cae una partícula, nos sentimos perdidos. Y cuando escuchamos la palabra de Dios, y se derrama en nuestros oídos la palabra de Dios, la carne de Cristo y su sangre, y nosotros pensamos en otra cosa, ¿no caemos en un gran peligro?" (74 omelie sul libro dei Salmi, Milán 1993, pp. 543-544).

Los estudiosos ponen de relieve que este salmo está vinculado al anterior, constituyendo una única composición, como sucede precisamente en el original hebreo. En efecto, se trata de un único cántico, coherente, en honor de la creación y de la redención realizadas por el Señor. Comienza con una alegre invitación a la alabanza: "Alabad al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa" (Sal 146, 1).

2. Si fijamos nuestra atención en el pasaje que acabamos de escuchar, podemos descubrir tres momentos de alabanza, introducidos por una invitación dirigida a la ciudad santa, Jerusalén, para que glorifique y alabe a su Señor (cf. Sal 147, 12).

En el primer momento (cf. vv. 13-14) entra en escena la acción histórica de Dios. Se describe mediante una serie de símbolos que representan la obra de protección y ayuda realizada por el Señor con respecto a la ciudad de Sión y a sus hijos. Ante todo se hace referencia a los "cerrojos" que refuerzan y hacen inviolables las puertas de Jerusalén. Tal vez el salmista se refiere a Nehemías, que fortificó la ciudad santa, reconstruida después de la experiencia amarga del destierro en Babilonia (cf. Ne 3, 3. 6. 13-15; 4, 1-9; 6, 15-16; 12, 27-43). La puerta, por lo demás, es un signo para indicar toda la ciudad con su solidez y tranquilidad. En su interior, representado como un seno seguro, los hijos de Sión, o sea los ciudadanos, gozan de paz y serenidad, envueltos en el manto protector de la bendición divina.

La imagen de la ciudad alegre y tranquila queda destacada por el don altísimo y precioso de la paz, que hace seguros sus confines. Pero precisamente porque para la Biblia la paz (shalôm) no es un concepto negativo, es decir, la ausencia de guerra, sino un dato positivo de bienestar y prosperidad, el salmista introduce la saciedad con la "flor de harina", o sea, con el trigo excelente, con las espigas colmadas de granos. Así pues, el Señor ha reforzado las defensas de Jerusalén (cf. Sal 87, 2); ha derramado sobre ella su bendición (cf. Sal 128, 5; 134, 3), extendiéndola a todo el país; ha dado la paz (cf. Sal 122, 6-8); y ha saciado a sus hijos (cf. Sal 132, 15).

3. En la segunda parte del salmo (cf. Sal 147, 15-18), Dios se presenta sobre todo como creador. En efecto, dos veces se vincula la obra creadora a la Palabra que había dado inicio al ser: "Dijo Dios: "haya luz", y hubo luz. (...) Envía su palabra a la tierra. (...) Envía su palabra" (cf. Gn 1, 3; Sal 147, 15. 18).

Con la Palabra divina irrumpen y se abren dos estaciones fundamentales. Por un lado, la orden del Señor hace que descienda sobre la tierra el invierno, representado de forma pintoresca por la nieve blanca como lana, por la escarcha como ceniza, por el granizo comparado a migas de pan y por el frío que congela las aguas (cf. vv. 16-17). Por otro, una segunda orden divina hace soplar el viento caliente que trae el verano y derrite el hielo: así, las aguas de lluvia y de los torrentes pueden correr libres para regar la tierra y fecundarla.

En efecto, la Palabra de Dios está en el origen del frío y del calor, del ciclo de las estaciones y del fluir de la vida en la naturaleza. La humanidad es invitada a reconocer al Creador y a darle gracias por el don fundamental del universo, que la rodea, le permite respirar, la alimenta y la sostiene.

4. Entonces se pasa al tercer momento, el último, de nuestro himno de alabanza (cf. vv. 19-20). Se vuelve al Señor de la historia, del que se había partido. La Palabra divina trae a Israel un don aún más elevado y valioso, el de la Ley, la Revelación. Se trata de un don específico: "Con ninguna nación obró así ni les dio a conocer sus mandatos" (v. 20).

Por consiguiente, la Biblia es el tesoro del pueblo elegido, al que debe acudir con amor y adhesión fiel. Es lo que dice Moisés a los judíos en el Deuteronomio: "¿Cuál es la gran nación cuyos preceptos y normas sean tan justos como toda esta Ley que yo os expongo hoy?" (Dt 4, 8).

5. Del mismo modo que hay dos acciones gloriosas de Dios, la creación y la historia, así existen dos revelaciones: una inscrita en la naturaleza misma y abierta a todos; y la otra dada al pueblo elegido, que la deberá testimoniar y comunicar a la humanidad entera, y que se halla contenida en la sagrada Escritura. Aunque son dos revelaciones distintas, Dios es único, como es única su Palabra. Todo ha sido hecho por medio de la Palabra -dirá el Prólogo del evangelio de san Juan- y sin ella no se ha hecho nada de cuanto existe. Sin embargo, la Palabra también se hizo "carne", es decir, entró en la historia y puso su morada entre nosotros (cf. Jn 1, 3. 14).


5. Las fortificaciones de la unidad

En medio de los sudores de la reconstrucción, el pueblo recibe una palabra de aliento: "Yo seré para Jerusalén—dice el Señor—como una muralla de fuego alrededor". La presencia de Dios en la ciudad es la mejor fortificación. Nuestro salmista así lo comprende: Dios ha reforzado los cerrojos de las puertas, ha puesto paz en las fronteras; ahora ha de ser glorificado y alabado. La nueva ciudad, la "Cristópolis", sÍ que tiene a Dios en medio; no vacila. Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Aun cuando en el momento presente camine en el claroscuro de la fe, espera que se le confiera la inmunidad de la Jerusalén celeste, a la que nada manchado podrá tocar. Que la Iglesia entone himnos de alabanza al "Dios-con-ella". Dios ha reforzado los cerrojos de sus puertas.

"Voy a crear regocijo y alegria".
La lamentable situación vivida poco ha llega a su ocaso. Vuelven a resonar cantarinas las voces del esposo y de la esposa, las voces alegres de los niños. Dios comienza a crear "regocijo" y "alegría" para una población juvenil. El gozo del esposo por la novia es el que Dios tiene por su pueblo. Es un Dios fecundo que llena las plazas de la ciudad de muchachos y de muchachas. Jerusalén abandonada, vieja madre estéril, genera a numerosos hijos. Son más los hijos de la abandonada que los de la casada. Han venido del judaísmo, han salido de toda nación pagana, hasta completar una muchedumbre incontable. Son fruto de la sementera vertida en el seno de Maria Virgen. El viejo Simeón y la encanecida Ana, hija del rostro de Dios, alaban a Dios y pueden marcharse en paz. Dios ha creado regocijo y alegria, por lo que Sión —Iglesia siempre joven—glorifica y alaba a su Señor.

La Palabra de Dios es fecunda:
La única Palabra de Dios, creadora y reveladora, ha sido anunciada a Jacob, confiada al pueblo de Israel. La Palabra de Dios crea a Israel. Con la peculiaridad de que esa Palabra rebasa las estrechas fronteras de Israel, corre veloz por toda la tierra y se forma un pueblo ingente. Cristo, procedente de Israel según la carne, es la Palabra creadora y reveladora. El judío ortodoxo y heterodoxo, así como también el pagano, están convocados por una misma Palabra. Quien cree en la Palabra venida a nosotros, como los samaritanos, como el funcionario regio con toda su familia, no será condenado. Ha aceptado la LUZ que posibilita llegar a ser hijos de Dios. Con ninguna nación obró Dios como con nosotros. Exultantes, glorificamos al Señor nuestro Dios.

ANGEL APARICIO
LOS SALMOS, ORACIÓN DE LA COMUNIDAD
Ed. Publicaciones Claretianas
Madrid, 1985, pág. 266s.