3:1 Salmo de David. Cuando huía de su hijo Absalón.
3:2 Señor, ¡qué numerosos son mis adversarios,
cuántos los que se levantan contra mí!
3:3 ¡Cuántos son los que dicen de mí:
"Dios ya no quiere salvarlo"!
3:4 Pero tú eres mi escudo protector y mi gloria,
tú mantienes erguida mi cabeza.
3:5 Invoco al Señor en alta voz
y él me responde desde su santa Montaña.
3:6 Yo me acuesto y me duermo,
y me despierto tranquilo
porque el Señor me sostiene.
3:7 No temo a la multitud innumerable,
apostada contra mí por todas partes.
3:8 ¡Levántate, Señor!
¡Sálvame, Dios mío!
Tú golpeas en la mejilla a mis enemigos
y rompes los dientes de los malvados.
3:9 ¡En ti, Señor, está la salvación,
y tu bendición sobre tu pueblo!
2 Samuel 15, 13--17, 22
Comentario a Salmos 3
Libros poéticos -Salmos Tomo-1. Editorial CLIE.
Así como el salmo anterior nos mostraba la dignidad regia del Mesías Redentor, así el presente nos muestra la paz y seguridad de los redimidos en la persona de David, quien, al escribir este salmo, huía de su palacio y de la ciudad santa a causa de la rebelión de su hijo Absalom. Aquí David: I. Se queja a Dios de sus enemigos (vv. 1,2). II. No obstante,confía en Dios como en su protector poderoso (v. 3). III. Recuerda la satisfacción que obtenía en las favorables respuestas que Dios daba a sus oraciones, así como su experiencia de la bondad de Dios hacia él (vv. 4, 5). IV. Triunfa sobre sus temores (v. 6) y sobre sus enemigos (v. 7). V. Da a Dios la gloria y toma para sí el consuelo de las bendiciones divinas y de la salvación que está asegurada a todos los hijos de Dios (v. 8).
Versículos 1-3
El título de este salmo, y el de muchos otros, es como una llave colgada a la misma puerta para abrirlo. Cuando conocemos la ocasión en que se compuso el salmo, tenemos la clave para mejor interpretarlo:
1. David estaba en gran apuro; cuando, en su huida, subió al monte de los Olivos, lloró amargamente, iba con la cabeza cubierta y a pie descalzo; sin embargo, fue entonces cuando compuso este salmo de confianza: lloró y oró, lloró y cantó, lloró y creyó. ¿Está alguno afligido a causa de la desobediencia y rebeldía de sus hijos? David lo estaba, pero eso no le estorbó su gozo en Dios, ni le hizo cantar fuera de tono sus cánticos sagrados.
2. Estaba en gran peligro; el complot era fuerte, formidable el partido de sus enemigos, y a la cabeza de ellos su propio hijo, de forma que su situación parecía extrema; pero fue entonces cuando se asió del poder de Dios. Los sustos y los peligros nos habrían de conducir a Dios, en lugar de alejamos de El.
3. Era provocado por aquellos de quienes tenía motivos para esperar mejores cosas: por su hijo, con quien había sido indulgente, y por sus súbditos, a quienes había colmado de beneficios.
4. Padecía por su pecado en el asunto de Urías, pues éste era el mal por el que Dios le había amenazado con la rebelión de su misma casa (2 S. 12:11); pero no por eso perdió su confianza en el poder y en la bondad de Dios, ni desesperó de obtener su socorro. Incluso nuestro pesar por el pecado no ha de estorbar ni nuestro gozo ni nuestra esperanza en Dios.
5. Parecía una cobardía huir delante de Absalom y abandonar la ciudad santa antes de haber librado una sola batalla; sin embargo, por lo que vemos en este salmo, estaba lleno de santa valentía, surgida de su fe en Dios. En estos tres versículos apela a Dios.
¿A quién sino a Él deberíamos acudir cuando algo nos apena o nos asusta? David acude a Dios:
l. Con una presentación del aprieto en que se halla (vv. 1,2). Mira en torno de sí, como echando un vistazo al campamento de sus enemigos. David se había adueñado del corazón de sus súbditos mejor que cualquier otro rey pudo haberlo obtenido; sin embargo, ahora lo había perdido súbitamente. Se habían levantado contra él y le perseguían a muerte. No sólo esto; decían: «No hay para él salvación en Dios.» Sacaban maliciosas conclusiones del aprieto en que se veía, como lo habían hecho de la aflicción de Job sus tres amigos. Pensaban que, puesto que le habían abandonado sus servidores y súbditos, también Dios le había desamparado a él y había abandonado su causa y, por lo tanto, había que considerarle como un malvado y un hipócrita. Se esforzaban por sacudir la confianza que tenía él en Dios y llevarle a desesperar de recibir socorro celestial. David acude a Dios y le declara lo que sus enemigos dicen de él. Al final de los vv. 2,4 y 8 aparece el vocablo hebreo selah, que significa pausa. Esta señal - nota del traductor- servía, no sólo para hacer una pausa, sino especialmente como indicación litúrgica y musical.
II. Con una profesión de su dependencia de Dios (v. 3). cuando sus enemigos dicen: «No hay para él salvación en Dios» (v. 2), él clama con tanto mayor seguridad (v. 3): «Mas tú, Yahweh, eres escudo alrededor de mí para defenderme, ya que mis enemigos me rodean por todas partes; tú eres mi gloria y el que levanta mi cabeza.» Sí, en el peor de los casos, los hijos de Dios pueden levantar con gozo la cabeza, sabiendo que todo cooperará para su bien, reconocerán que es Dios quien les levanta la cabeza, dándoles motivo para regocijarse y corazón para regocijarse.
Versículos 4-8
David se ha asido de su Dios ante la oposición sañuda de los que se sublevaban contra él, y había ganado valor y confianza para mirar hacia arriba cuando, mirando en tomo suyo, todo servía para causarle desánimo. Ahora mira hacia atrás con agradables reflexiones, y hacia delante con agradable expectación de un feliz resultado al que había de dar paso en breve la oscura situación en la que al presente se hallaba.
1. David había sido ejercitado en muchas dificultades, se había visto con frecuencia oprimido y en grave aprieto; pero siempre había hallado en Dios al Todo-suficiente.
(A) Sus apuros le habían puesto siempre de rodillas y, en medio de todos sus peligros y dificultades, había podido prestar a Dios su reconocimiento y levantar a él el corazón y la voz (v. 4): «Con mi voz clamé a Yahweh.»
(B) Siempre había hallado a Dios dispuesto a responder a su oración: «Y Él me respondió desde su monte santo», el monte santificado por la presencia del arca, de sobre la cual solía responder a quienes le buscaban. Cristo ha de ser entronizado Rey sobre Sión, el monte santo de Dios (2:6) y mediante tal Intercesor, al que el Padre escucha siempre, son escuchadas nuestras oraciones.
(C) David se había encontrado siempre a salvo bajo la protección divina (v. 5): «Yo me acosté y dormí, tranquilo y seguro, y desperté con nuevas fuerzas, porque Yahweh me sostenía.» (a) Esto es aplicable a las bendiciones ordinarias de cada noche, de lo que habríamos de dar gracias, tanto en privado como en familia, cada mañana. (b) Pero aquí parece referirse a la maravillosa calma y seguridad del ánimo de David en medio de sus peligros. Habiendo encomendado, en oración, su persona y su causa a Dios, y estando seguro de su protección, su corazón estaba tranquilo y en paz.
(D) Dios había quebrantado con frecuencia el poder y la maldad de los enemigos de David, dejándolos confusos («heridos en la mejilla») y sin poder («con los dientes quebrantados»), v. 7.
2. Véase con qué confianza se encara con los peligros que tiene delante:
(A) Sus temores estaban silenciados (v. 6): «No temeré a diez millares de gente, ya sea de invasión extranjera o de sublevación intestina, que pongan sitio contra mí, acampando en derredor de mí.» Cuando David huía de Absalom, le pidió a Sadoc que volviese el arca de Dios a la ciudad y, dudando del resultado de la contienda, concluyó en actitud de humilde penitente: «Aquí estoy; haga de mí lo que bien le parezca» (2 S.15:26). Pero ahora, en actitud de firme creyente, habla confiadamente y sin temor acerca del resultado.
(B) Sus oraciones rebosaban ánimo y aliento (v. 7). Creía en Dios como en su Salvador, aun cuando oraba con urgencia: «Levántate, Yahweh; sálvame, Dios mío.»
(C) Su fe salió triunfante. Comenzó el salmo quejándose de la fuerza y malicia de sus enemigos, pero lo concluye gozándose en el poder y la gracia de su Dios, pues ve que los que están con él son más que los que están contra él (v. 2 R. 6:16; 2 Cr. 32:7; Sal. 55:18; Ro. 8:31; 1 Jn. 4:4). Basa aquí su confianza en dos grandes verdades: (a) «La salvación es de Yahweh» (v. 37:39; Jon. 2:9; Ap. 7:10; 19:1). Él tiene poder para salvar, por muy grande que sea el peligro en que nos hallemos. (b) «Tu bendición sobre tu pueblo» (lit.). No sólo tiene Dios poder para salvarles, sino también para asegurarles su gracia y sus bendiciones; de ello podemos estar seguros, aunque no sean visibles los efectos de tales bendiciones (nota del traductor. Aunque no hay verbo en el hebreo, no hay duda de que la frase tiene sentido de súplica: "Sobre tu pueblo SEA tu bendición.» También es de notar que la numeración de los versículos de este salmo es diferente en la Biblia Hebrea -y en otras versiones- de la que aparece en nuestra Reina-Valera. Ello se debe a que en ésta el título del salmo no entra en la numeración, mientras que en aquéllas forma el v. 1, con lo que el salmo tiene nueve versículos en lugar de ocho).