1 Del maestro de coro. De David.
Yo tengo mi refugio en el Señor,
¿cómo pueden decirme entonces:
"Escapa a la montaña como un pájaro,
2 porque los malvados tienden su arco
y ajustan sus flechas a la cuerda,
para disparar desde la penumbra
contra los rectos de corazón?
3 Cuando ceden los cimientos,
¿qué puede hacer el justo?".
4 Pero el Señor está en su santo Templo,
el Señor tiene su trono en el cielo.
Sus ojos observan el mundo,
sus pupilas examinan a los hombres:
5 el Señor examina al justo y al culpable,
y odia al que ama la violencia.
6 Que él haga llover brasas y azufre
sobre los impíos,
y les toque en suerte un viento abrasador.
7 Porque el Señor es justo y ama la justicia,
y los que son rectos verán su rostro.
En este salmo, David se ve acechado por una tentación de desconfiar de Dios (probablemente, en el contexto de 1 S. 18:11 y 19:10), y sale triunfador. Obsérvese, I.- Cómo presenta la tentación (vv. 1-2). II.- Cómo la resiste, considerando el dominio y la providencia de Dios (v. 4), su favor hacia los justos, y la ira para la que son reservados los impíos (vv. 5-7). Cuando los hijos de Dios se hallen bajo la amenaza de los enemigos de Dios y de su Iglesia, les será de gran provecho meditar en este salmo.
Versículos 1-3
La inscripción «(Al músico principal. Salmo de David)» forma parte del v. I en la Biblia hebrea lo mismo que en nuestras versiones; Por lo que se corresponden los números de los versículos respectivos. En estos versículos, vemos:
I. La firme resolución de David de poner su confianza en Dios (v. 1):«En Yahweh he confiado». Antes de dar cuenta de la tentación que le induce a desconfiar de Dios, el salmista declara su decisión de confiar en él, pase lo que pase.
II. Su firme oposición a la tentación: ¿Cómo decís a mí alma (es decir, a mí), que escape al monte cual ave?», es decir, con la mayor premura (¡volando! —como solemos decir). Esto se lo sugieren a David sus bien intencionados amigos, apoyados en dos razones aparentemente muy fuertes: 1. Los enemigos lo tenían todo preparado para darle muerte (v. 2), por lo que su vida peligraba gravemente; 2. Su presencia entre los suyos no servía de nada útil (v. 3): «Si se socavan los fundamentos de la sociedad, ¿qué podrá hacer el justo?» Los asuntos del Estado se hallaban en situación caótica, debido a la inquina de Saúl contra David y a la consiguiente mala administración de su gobierno. En esta situación —piensan los consejeros de David— ¿qué puede hacer David?
Versículos 4-7
Dicen que cuando se sacude un árbol, se le hace que arraigue más profunda y rápidamente. El consejo de los amigos de David, que implicaba desconfianza en Dios, le hace adherirse con tanto mayor fuerza a sus primeros principios. Lo que sacude la fe de muchos es ver la prosperidad de los malvados a pesar de sus impiedades, y las aflicciones que con frecuencia sufren los piadosos. De ahí puede surgir el mal pensamiento: «De seguro que de nada sirve buscar a Dios.» Pero, a fin de suprimir tal pensamiento, David considera:
1. Que hay un Dios en el Cielo (v. 4): «Yahweh está en su santo templo» aquí, en el cielo (2:4; 9:8; 18:7), desde el que todo lo ve y lo gobierna (18:7, comp. con Miq. 1:2; Hab. 2:20).
2. Que este Dios es el Rey del Universo. El Señor tiene en el Cielo, no solo su residencia, sino también su trono, desde el que dispone sus poderes sobre la tierra (Job 38:33). ¡Veamos, por fe, a Dios en su trono: en su trono de gloria y de gobierno, dando a todos leyes, motivaciones y deseos; en su trono de juicio; y en su trono de gracia, al que todos los suyos tienen libre acceso por su misericordia y por su gracia! Entonces no tendremos motivo alguno para sentirnos desanimados por el orgullo y el poder de los opresores, ni por las aflicciones que puedan sobrevenir a los buenos.
3. Que este Dios conoce perfectamente et verdadero carácter de cada individuo humano: «Sus ojos yen, sus parpados escudriñan a los hijos de los hombres» No solo los ve, sino que los atraviesa con su mirada, pues no solo conoce lo que dicen y hacen, sino también lo que piensan y planean, aun cuando aparenten otra cosa.
4. Que si aflige a los buenos es para ponerlos a prueba (v. 5a) y, por consiguiente, para su bien (comp. Stg. 1:12); «para, a la postre, hacerles bien (Dt. 8:16).
5. Que, por mucho que los impíos puedan prosperar y prevalecer, están siempre bajo la ira de Dios y, tarde o temprano, perecerán (Bb. 5,6):
«Su alma (de Dios) aborrece al que ama la violencia. Sobre los impíos hará llover calamidades (lit. trampas).» En esta última frase puede notarse una doble metáfora, a fin de presentar vivamente lo ineludible del castigo de los malvados. Será como trampas que los atrapen y los tengan sujetos, presos, hasta que llegue el día de la cuenta. Y hará llover, de la misma manera que un repentino aguacero sorprende a veces al viajero en un día de verano, además de esas trampas, fuego, azufre y viento abrasador; esto último parece aludir a la destrucción de Sodoma y Gomorra.
6. Que, aunque las personas buenas puedan hallarse rodeadas de adversidades, Dios, no obstante, les reconoce como hijos suyos y está a favor de ellos, y esta es la razón por la que Dios juzgará con toda severidad a los perseguidores y opresores, puesto que aquellos a quienes persiguen y oprimen son muy amados de Dios (v. 7b): «Los rectos contemplarán su rostro (de Dios)», es decir, disfrutarán de su favor