Salmo 112 (111): Felicidad del justo

Felicidad del justo
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1 [¡Aleluya!]

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.

2 Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

3 En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.

4 En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

5 Dichoso el que se apiada y presta
y administra rectamente sus asuntos.

6 El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.

7 No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.

8 Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

9 Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.

10 El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.

La ambición del malvado fracasará.

Salmo alfabético como el anterior. Sólo que el tema de éste es la conducta del hombre justo, y sus bendiciones.

V. 1. El comienzo es de bienaventuranza: "Dichoso...". La buena conducta se funda en una relación con el Señor, y en el amor sincero a sus mandamientos.
VV. 2-3. Diversas bendiciones prometidas al justo. "Caridad" en sentido de beneficencia.
V. 4. El verso es dudoso; algunos traducen "En la tiniebla brilla para el justo".
V. 5. Nuevo comienzo: otro aspecto de la conducta honrada.
VV. 6-8. Nueva serie de bendiciones: la firmeza y seguridad en el peligro y en los ataques del enemigo.
V. 9. Una variación de lo anterior: la caridad y su gloria.
V. 10. En contraste típicamente sapiencial se enuncia la conducta y la maldición del malvado.
[L. Alonso Schökel]



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El salmo 111 es una meditación sapiencial en elogio del justo. Viene a ser como un comentario de la reflexión sapiencial del último v. del salmo anterior: "Primicia de la sabiduría es el temor del Señor..." (110,10). Su forma externa es idéntica a la del salmo 110: alfabetismo por hemistiquios... Tiene tres partes, las dos primeras paralelas: a) bienaventuranza del justo, vv. 1-5; b) buenos efectos de su justicia, vv. 6-9; c) contraste del pecador, v. 10.
VV. 1-5. Comienza con un macarismo (bienaventuranza), que recoge el último verso del salmo 110 y recuerda el salmo 1, vv 1-2. Y lo amplifica cantando sus bendiciones: en bienes materiales, posteridad pujante, opulencia, riqueza; y en bienes espirituales, justicia y luz, que es símbolo de vida, de prosperidad, de alegría, de salvación para los que viven en la oscuridad, donde reinan la muerte y todos los males. Con razón aplica a la justicia los mismos epítetos que a la justicia divina, que luego recogen las bienaventuranzas (Mt 5,7; Lc 6,36).

Sigue un nuevo macarismo sobre la conducta del justo, que presta sin interés, como estaba mandado en Israel (Lev 25,35ss; Dt 15,7-11), y administra rectamente su hacienda.

VV. 5-9. Nuevas bendiciones canta ahora a la justicia (caridad), considerada en sus frutos. Recuerdo duradero, firmeza de corazón, seguridad del triunfo sobre sus enemigos. El trístico del v. 9 compendia el salmo, elogiando su caridad y su justicia, a las que seguirá la gloria, bajo la imagen del "cuerno" o frente erguida.
V. 10. Las virtudes del justo resaltan más sobre las sombras del impío; su indignación le hará rechinar los dientes y consumirse de rabia, malogrando sus deseos frente al éxito del justo.
[Extraído de R. Arconada, en La Sagrada Escritura. Texto y comentario, de la BAC]
Los versículos entre [] no se leen en la liturgia

COMENTARIOS AL SALMO 111

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1.-PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL

* Este salmo hacía parte de las ceremonias en que Israel renovaba su Alianza con Dios. Dos veces al año, el día de Pascua y el día de la Fiesta de los Tabernáculos, Israel se comprometía, una vez más a ser fiel a Dios y a su Ley.

Una especie de "profesión de fe". Difícilmente podemos imaginarnos en nuestro mundo actual el clima de inseguridad en que vivían los antiguos pueblos. Las relaciones de "Alianza" de los pueblos débiles con sus vecinos poderosos eran entonces cuestiones de vida o muerte. Todas las relaciones inter-ciudades o inter-pueblos estaban regidas por un conjunto complejo de lazos de soberanía y de vasallaje en que el "pequeño" se sometía al más "fuerte" a cambio de la protección que éste le prometía. Los tratados de "Alianzas" hititas son muy conocidos en la historia. Sobre este modelo Israel concibió sus relaciones con Dios.

La realidad de la Alianza tenía entonces una extraordinaria carga de afectividad y seguridad: admirable pensar (¡qué audacia!) que el Todopoderoso se haya aliado "por amor" con el pueblo de Israel. ¡Qué responsabilidad también! El Dios con quien se hacía la Alianza no era un cualquiera, sino el Dios de la vida, el creador de la naturaleza y del hombre, cuyas "Leyes" se debían respetar. Tal es el tema de este salmo 111 anunciado desde los dos primeros versos: "¡Aleluya!


¡Bienaventurado el que teme al Señor y se deleita en su voluntad!". Este salmo 111, como el anterior, es un acróstico, ya que cada uno de los 22 versos comienza con una de las 22 letras del alfabeto hebreo: procedimiento nemotécnico para aprenderlo de memoria y al mismo tiempo procedimiento simbólico para significar la totalidad de la Ley. Esta sujeción literaria impone un cierto desorden en las ideas.
No obstante hay que admirar el hecho de que la Ley se resume prácticamente en estos dos amores esenciales: "Amarás al Señor tu Dios... y a tu prójimo..."

A quien cumple estos dos mandamientos se le prometen tres formas de dicha: numerosa posteridad, prosperidad en los negocios materiales, inmunidad contra los ataques de la desgracia, de los malvados, de la mala fortuna...

Aquí cabe una observación capital: hay una correspondencia entre los dos salmos que siguen (el 110 y el 111) y que son igualmente alfabéticos. El primero sólo habla de Dios (sujeto de todos los verbos), y el segundo sólo habia del "justo" (sujeto de casi todos los verbos). En esta forma se afirma con vehemencia que el fin de la Alianza entre Dios y el hombre es configurar éste a semejanza de Dios. A este respecto, observemos la audacia de algunas fórmulas, que no pueden ser fruto del azar:

"Su justicia permanecerá para siempre...".
Salmo 110 - 6ª. línea (v. 3b): se trata de Dios.

"Para siempre permanecerá su justicia":
Salmo 111 - 6ª. línea (v. 3b): se trata del justo.

"El Señor es clemente y compasivo...".
Salmo 110 - 8a. línea (v. 4b): "Definición de Dios".

"El justo es clemente y compasivo...'.
Salmo 111 - 8a. línea (v. 4b): "Definición del justo".


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SEGUNDA LECTURA: CON JESUS

** La audaz "asimilación " entre Dios y el hombre que se somete a Dios no puede menos de hacernos pensar en Jesús, Hombre Dios, aunque el salmista no lo hiciera, como es obvio. El único "Justo" verdadero es Jesús, el Mesías.

Relacionando este salmo 111 y el Evangelio de San Mateo (5,14), la Iglesia, en el quinto domingo ordinario del año "A" nos invita a meditar precisamente sobre la "participación del hombre en la naturaleza divina", como lo dice también San Pedro (I Pedro 1,4). Jesús, iluminado por este salmo, dijo a sus discípulos: "Ustedes son la luz del mundo" después de haber dicho: "Yo soy la luz del mundo".

Releamos este salmo, poniéndolo en los labios de Jesús. ¿Quién mejor que El, "amó a plenitud la voluntad del Padre"? ¿Quién ha tenido una posteridad igual a la de Jesús? ¿Quién fue un enamorado de la Justicia, la ternura y la piedad? ¿Quién dio a los pobres más que El? ¿Quién fue "luz de los corazones rectos"? ¿Quién fue más "glorificado" que Jesús en su Resurrección? Por lo que hace al Impío, Principe de este mundo, que rechina los dientes ante la derrota, Jesús triunfa sobre él, mediante la Pascua (Juan 16,33), anuncio de la victoria final el Día Escatológico de Dios.

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TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO


*** La búsqueda de la verdadera felicidad. A primera vista parece rudimentaria esta "felicidad" prometida aquí. Sin embargo, el hombre moderno también aspira a una vida de familia feliz, a un cierto éxito en sus empresas, a la tranquilidad de alguien protegido de la desgracia. ¿Por qué hacer algo raro de esas realidades?
El hombre del pasado, en particular el judío, consideraba estos logros como un signo de respeto a la naturaleza de las cosas. Estas formas de felicidad no están "prohibidas". Dios no nos prohíbe ser "felices", al contrario, es su desco que lo seamos: es la primera palabra del salmo y la primera de las Bienaventuranzas.

Ahora bien, la felicidad más profunda no está en los "bienes materiales": hay una felicidad que nadie puede arrebatar al justo y es su "justicia" misma... Es decir, la felicidad de "compartir" de cumplir su deber, de " hacer correctamente" sus negocios, a riesgo de pobreza, en un mundo sin conciencia.

Ser un justo. Hay que comprender bien este concepto a riesgo de que degenere en cierto orgullo farisaico. El justo es un hombre "de acuerdo" con Dios, que "corresponde" perfectamente al proyecto del creador.

Así como se dice "justo", de un zapato que se acomoda perfectamente al pie, ni demasiado grande ni demasiado pequeño... O del cálculo que es "justo", cuando corresponde a la verdad. Igualmente el hombre, es justo cuando se asemeja a la idea que Dios tiene de él, cuando se modela según Dios. Señor, Tú que eres el Amor, haz que nos asemejemos a Ti. Señor, Tú que eres luz, da a nuestras vidas el brillo de un día de verano. Señor, Tú que eres Santo, haz que busquemos la perfección en toda cosa.

Los dos mandamientos. El Antiguo Testamento, tuvo el gran mérito de unir estrechamente los deberes del hombre "hacia Dios" y los deberes del hombre "hacia el hombre". Jesús también resumió en el "amor" toda la conducta moral humana: "lo que hacéis al más pequeño de los míos, lo hacéis conmigo" (Mateo 25)

En este salmo, que habla esencialmente de la Alianza con Dios, vemos ya resaltados los deberes sociales: "El justo jamás vacilará, reparte... a manos llenas, da al pobre...". Sí. Dios es el fiador de la dignidad humana y el promotor de la igualdad entre los hombres.

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo II
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 178-181

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El salmo 111 es uno de los salmos rituales usados por Israel para celebrar la renovación de la alianza. Viene a ser como la lista de las bendiciones que Dios promete a quienes han sellado su pacto con él.

Al escuchar esta lista de bendiciones, prometidas al justo que teme al Señor y ama de corazón sus mandatos, los cristianos pensamos, casi espontánea y necesariamente, en Cristo, el Justo por excelencia, el que, como cabeza del nuevo pueblo de Dios, ha sellado en su sangre la alianza nueva y eterna. Dios ha realizado en él todas las bendiciones prometidas en el salmo: Su descendencia -la Iglesia- es bendita; él brilla en las tinieblas como una luz; su recuerdo es perpetuo, como la misma celebración del domingo nos evidencia.

Pero este salmo puede evocarnos también la felicidad de quienes, por nuestra comunión en Cristo, somos también herederos de las bendiciones de la nueva alianza. Meditado en este contexto, este salmo puede ser muy significativo para concluir el domingo. El bautismo, incorporándonos a Cristo, nos ha dado parte en las bendiciones divinas prometidas al justo: también nosotros somos luz del mundo; también nuestro corazón puede estar seguro, sin temor de malas noticias, porque hemos escuchado la Buena Noticia de Jesús; también nosotros esperamos alzar la frente con dignidad y ver derrotados a nuestros enemigos, la muerte y el pecado.

Que este salmo, pues, nos lleve, por una parte, a la contemplación de las perfecciones de Cristo, el Justo por excelencia, y, por otra, a la acción de gracias por la alianza y por las bendiciones que, por Cristo, hemos obtenido.

Para la celebración comunitaria, es recomendable que este salmo sea, en algunas ocasiones, proclamado por un salmista; si no es posible cantar la antífona propia, la asamblea puede acompañar el salmo cantando las antífonas "Gloria y honor a ti, Señor", sólo la primera estrofa, o bien "El Señor es mi luz y mi salvación".

Oración I: 
Señor Jesús, luz que brillas en las tinieblas, tú que amaste de todo corazón los mandatos del Padre y has dejado en el mundo un recuerdo perpetuo, tú que, incluso en medio de las angustias de la pasión, conservaste tu corazón firme, seguro y sin temor y viste derrotados a tus enemigos, la muerte y el pecado, danos parte de tus bendiciones: haz de nosotros luz del mundo y sal de la tierra, concédenos un corazón seguro y sin temor y haz que en el último día, por haber amado de corazón tus mandatos, podamos alzar la frente con dignidad.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Oración II:
Señor Jesús, luz indeficiente de quienes aman de corazón los mandatos de Dios, haz que todos los cristianos caminemos como hijos de la luz, que nuestra caridad sea constante, sin falta, que, por haber repartido limosna a los pobres, podamos en el último día alzar la frente con dignidad y escuchar de tus labios la bendición suprema "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo".
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
[Pedro Farnés]

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2. EL JUSTO

Recojo con atención reverente los rasgos que definen al hombre justo en las páginas de la Biblia y en los versos de este salmo: «El justo teme al Señor, ama de corazón sus mandatos, es clemente y compasivo, reparte limosna a los pobres, su caridad es constante».

La búsqueda de la perfección no ha de ser por necesidad complicada. La santidad está al alcance, y la justicia se encuentra en casa. Amor a los mandatos del Señor y compasión para ayudar al pobre. El sentido común vale aun para la vida espiritual, y la sencillez del buen sentir encuentra atajos donde la razón sofisticada se pierde entre discursos. Basta con ser un hombre bueno. Un hombre justo. El corazón sabe el camino, y la sabiduría elemental del espíritu se apresta a seguirlo con naturalidad. Ahí está el secreto.

A veces pienso que complicamos demasiado la vida espiritual. Cuando pienso en la cantidad de libros espirituales que he leído, cursos que he hecho, métodos que he seguido, prácticas que he adoptado... no puedo menos de sonreírme benévolamente a mí mismo y preguntarme si tenía necesidad de aprobar tantos exámenes para aprender a orar. Y la respuesta que me doy a mí mismo es que todos esos estudios religiosos son muy dignos y útiles, pero pueden también convertirse en obstáculo cuando me pongo de rodillas y trato de rezar. Para ser justo no se necesita todo eso. No hace falta leer el último libro de la moda espiritual para encontrar a Dios en la vida. Por ese camino sólo encontraré libros sobre Dios, pero no encontraré a Dios. Tengo que volver a la sencillez del espíritu y la humildad de la mente. Volver al amor a Dios y al prójimo. Volver a la oración vocal y a las plegarias que decía de niño. Volver a temer al Señor y a amar sus mandamientos. Volver a ser clemente y compasivo en medio de un mundo complicado y dificil. Volver a ser lo que Dios mismo llama, pura y simplemente, «un justo».

Muchas son las bendiciones que Dios acumula sobre la cabeza del justo: «Su linaje será poderoso en la tierra, en su casa habrá riquezas y abundancia; jamás vacilará, no temerá las malas noticias, su recuerdo será perpetuo». También son bendiciones sencillas para el hombre sencillo. Prosperidad en su casa y seguridad en su vida. Las bendiciones de la tierra como anticipo de las del cielo. El justo sabe que la mano de Dios le protege en esta vida, y espera, en confianza y sencillez, que le siga protegiendo para siempre. Justicia de Dios para coronar la justicia del justo.

«¡Dichoso quien teme al Señorl»

Carlos G. Vallés
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae, Santander-1989, pág. 214