Salmo 95 (94): Invitación a la alabanza divina

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Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»



COMENTARIOS AL SALMO 94

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1.-PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL

* Este salmo mediante el cual frailes, monjes y sacerdotes, comienzan su jornada, era utilizado por los judíos en las ceremonias de renovación de la Alianza. Encontramos en este canto una especie de evocación del ritual utilizado. Mediante dos exhortaciones los levitas, organizadores del culto en el Templo, invitan a la asamblea a participar activamente en la celebración: "venid, aclamad, gritad... entrad, prosternaos"... A cada invitación, la muchedumbre responde mediante una fórmula ritual estereotipada de asentimiento, que comienza por "sí": "sí, el gran Dios, es el Señor"... (La creación) "Sí, él es nuestro Dios"... (la Alianza).

Entonces, se escucha una especie de oráculo: Dios toma la palabra, para recordar la seriedad de esta Alianza, su dimensión histórica y su actualidad "hoy" .

SEGUNDA LECTURA: CON JESÚS

** Jesús quiso revivir el tiempo del desierto, lugar de la prueba, lugar de la tentación y del desafío a Dios ("Meribá y Masá" Éxodo 17,1-7; Números 20,1 -13). Durante 40 días, evocando los 40 años de la larga peregrinación en el desierto, Jesús fue tentado. Y las tres formas concretas de esta tentación eran precisamente las mismas del pueblo de Israel: la tentación del hambre, la tentación de los ídolos, la tentación de los signos milagrosos. Un día u otro, son las tentaciones de cualquier hombre. "Durante 40 años esa generación me ha decepcionado". Esta palabra "generación", tomada en sentido peyorativo (como si se dijera "ralea"), la utilizó Jesús con el mismo sentido condenatorio de este salmo. "¿Por qué esta generación pide un signo? No se dará ningún signo a esta generación". (Marcos 8,12). "Generación mala y adúltera que pide un signo". (Mateo 12,39). "Generación incrédula, ¿hasta cuándo estaré con vosotros?" (Marcos 9,19).

"El rebaño guiado por su mano". Este tema del "pastor", Jesús lo utilizó también: "Yo soy el buen pastor"... (Juan 10). "Viendo las muchedumbres, se llenó de compasión hacia ellas porque las veía como ovejas sin pastor". (Mateo 9,36).

Queda aún la imagen de la "roca", de la roca sólida que Jesús utilizó varias veces. "El hombre que escucha la palabra de Dios se parece a quien construye su casa sobre la roca". (Mateo 7,24).

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

*** Invitación: venid, entrad, cantemos con alegría, aclamemos. "¡Nadie es una isla!" Después de largos siglos de individualismo, el mundo actual redescubre los valores comunitarios. El gran anonimato de las ciudades causa una soledad que por contraste, hace desear "estar con" los demás. La liturgia actual se esfuerza por valorizar la participación comunitaria. Nunca deberíamos olvidar que si la Iglesia nos convoca a la misma hora, en el mismo lugar, no es para hacer una oración individual (por indispensable que ella sea, pero en horas distintas), sino para una oración "juntos": ¡venid, entrad, cantad con alegría, aclamad, cantad! Esto explica, por qué los monjes de madrugada, se invitan unos a otros a la alabanza común. Dejémonos llevar por la oración de los demás. No seamos de aquellos que rechazan esta invitación y se encierran en su aislamiento piadoso.

Inclinaos, prosternaos. Nada más bello que las muchedumbres de La Meca prosternadas, con la frente hasta el suelo, en la misma dirección. ¿Hemos acaso olvidado en Occidente, este gesto casi universal de las religiones? Hay que hacerlo, para experimentar toda la carga afectiva: "Dime ante quién te inclinas"... "Dime a quién reconoces superior a ti"... Lo sabemos muy bien, un gesto es más verdadero y comprometedor que una palabra. Pero por desgracia, nuestra cultura occidental nos ha desencarnado... Pese a la célebre advertencia de Pascal: "Quien quiere hacer el ángel, hace la bestia".

La Alianza:... "El es nuestro Dios, nosotros somos su pueblo"... "¿Lo escucharemos?" "La Alianza", anillo recíproco que llevan los esposos, símbolo corporal de pertenencia mutua. Palabra clave de la Biblia. Audacia extraordinaria del hombre religioso que imagina su relación con Dios en términos de desposorio. Aventura extraordinaria de Dios, totalmente otro, que se une amorosamente a un pueblo, a pobres humanos. Esto garantiza vivir la fe como una relación de amor. Pero ilumina también el estado del matrimonio, haciendo de él un "sacramento" de fe. Los valores esenciales del amor humano son también valores fundamentales de la fe. "No me abandones, no me abandones" dice la canción, exigencia de fidelidad. "Escúchame, escúchame pues", forma concreta que toma el amor. "Tú me has defraudado, has cerrado tu corazón", el amor es también fuente de sufrimiento y decepciones .

El pecado como "infidelidad", negación a escuchar". El "tú" de reproche que aparece al final del salmo: es el signo de un amor herido. Tal es, efectivamente, la verdadera dimensión del pecado. Se reduce considerablemente el mal cuando se limita a la simple transgresión de una ley, cuando se sitúa en relación a un mandamiento. Cuando se queda al nivel de lo permitido y lo prohibido. Para el hombre religioso, la moral no es solamente la moral (es decir un sistema ético cerrado en sí mismo, de normas de funcionamiento de la sociedad humana), es uno de los elementos de la relación con Dios. El mal "alcanza" a Dios,"frustra" a Dios. En lugar de acusar a Dios, de lanzarle "un desafío", por el problema del mal existente en el mundo, debemos comprender que el mal es contrario al plan de Dios, que El es el primero que sufre, como un artesano que ve desbaratarse su obra, como un esposo ridiculizado.

Hoy. La Iglesia nos propone recitar este salmo cada mañana, esto no es mera casualidad. La invitación a la alegre alabanza del comienzo, es una invitación diaria. La advertencia severa de resistir a la tentación, es también una invitación positiva: Hoy... todo es posible. El pasado es pasado... El mal de ayer se acabó. Una nueva jornada comienza.

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo I
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 172-175

2. EL DESCANSO DE DIOS
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«No entrarán en mi descanso..

Esas son de las palabras más temibles que jamás te he escuchado, Señor. La maldición de las maldiciones. El rechazo definitivo. La prohibición de entrar en tu descanso. Pienso en la belleza y la profundidad de la palabra «descanso» cuando se aplica a ti, y comienzo a comprender la desgracia que será quedar excluido de él.

Tu descanso es tu divina satisfacción al acabar la creación de cielos y tierra con el hombre y la mujer en ellos, tu mandamiento del sábado de alegría y liturgia en medio de una vida de trabajo, tu eternidad en la gloria bendita de tu ser para siempre. Tu descanso es lo mejor que tienes, lo mejor que eres, el ocio de la existencia, la benevolencia de tu gracia, la celebración de tu esencia en medio de tu creación. Tu descanso es tu sonrisa, tu amistad, tu perdón. Tu descanso es esa cualidad divina en ti que te permite hacerlo todo pareciendo que no haces nada. Tu descanso es tu esencia sin cambio en medio de un mundo que vive en torno al cambio. Tu descanso eres tú.

Y ahora las puertas de tu descanso se me abren a mí. Me llaman a tomar parte en las vacaciones eternas. Me invitan al cielo. Me llevan a descansar para siempre. Esa palabra mágica, «descanso», se ha hecho mi favorita, con su tono bíblico y su riqueza teológica. Un descanso tan enorme que uno tiene que «entrar» en él. Me rodea, me posee, me llena con su dicha. Veo enseguida que ese descanso es lo que ha de ser mi destino foral, palabra casera y divina al mismo tiempo para expresar el fin último de mi vida: descansar contigo.

Ahora he de entrenarme en esta vida para el descanso que me espera en la siguiente. Quiero entrar ya, en promesa y en espíritu, en el divino descanso que un día ha de ser mío a tu lado. Quiero

aprender a descansar aquí, a relajarme, a encontrarme a gusto, a dominar las prisas, a evitar tensiones, a vivir en paz. Pido para mí todo eso como anticipo de tu bendición venidera, como fianza en la tierra de tu descanso eterno en el cielo. Quiero ir ya reflejando ahora en mi conducta, mi lenguaje, mi rostro, la esperanza de ese descanso esencial que le traerá a mi alma y a mi cuerpo la felicidad definitiva en la paz perpetua.

¿Qué es lo que no me deja entrar ya en ese descanso? ¿Qué es lo que te hizo jurar en tu cólera: «No entrarán en mi descanso?

«No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto: cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras».

Esos incidentes quedaron tan grabados en tu memoria que los citas incluso con los nombres de los lugares en que sucedieron, etapas desgraciadas en la geografia espiritual por la que pasó tu pueblo y por la que nosotros volvemos a pasar en nuestras vidas. Tu pueblo te tentó, desconfió de ti aun después de haber visto tus maravillas, fueron tozudos en sus quejas y en su falta de fe. Eso hizo arder tu ira, y cerraste la puerta a aquellos que durante tanto tiempo se habían negado a entrar.

«Durante cuarenta años, aquella generación me asqueó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso».

¿Cuántos años me quedan a mí, Señor? ¿Cuántas oportunidades aún, cuántas dudas, cuántas Masás y Meribás en mi vida? Tú conoces bien los nombres de mi geografia privada; tú recuerdas mis infidelidades y te resientes por mi tozudez. Hazme dócil, Señor. Hazme entender, hazme aceptar, hazme creer. Hazme ver que la manera de llegar a tu descanso es confiar en ti, fiarme en todo de ti, poner mi vida entera en tus manos con despreocupación y alegría. Entonces podré vivir sin ansiedad y morir tranquilo en tus brazos para entrar en tu paz para siempre. Que así sea, Señor.

«¡Ojalá escuchéis hoy su vozl».

CARLOS G. VALLÉS
BUSCO TU ROSTRO
ORAR LOS SALMOS
Paulinas Sal Terrae. Santander-1989

3.-"Ojalá escuchéis hoy su voz" (Sal 94, 8)

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El salmo, del cual se ha tomado la Palabra de vida, nos recuerda que nosotros somos el pueblo de Dios y que él nos quiere guiar, como hace un pastor con su rebaño, para introducirnos en la tierra prometida. El, que nos ha pensado desde siempre, sabe cómo tenemos que caminar para vivir en plenitud, para alcanzar nuestro verdadero ser. En su amor nos sugiere qué hacer, qué no hacer y nos señala el camino a seguir.

Dios nos habla como a amigos porque quiere introducirnos en la comunión con Él. Si uno escucha su voz -dice nuestro salmo en su conclusión-, entrará en el "reposo" de Dios, es decir, en la tierra prometida, en la alegría del Paraíso1.

Jesús se compara también a un pastor que nos conduce a cada uno a la plenitud de la vida. Él habla y sus discípulos, que lo conocen, escuchan su voz y lo siguen. A ellos les promete la vida eterna2.

Dios le hace sentir su voz a cada uno. Nos lo recuerda el Concilio Vaticano II: "En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo pero a la cual debe obedecer y, cuya voz, lo llama siempre que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal; cuando es necesario le dice claramente a los sentidos del alma: haz esto, evita aquello. En realidad el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón.."3.

¿Qué tenemos que hacer cuando Dios habla a nuestro corazón? Simplemente tenemos que ponernos a la escucha de su Palabra sabiendo que, en el lenguaje bíblico, escuchar significa adherir enteramente, obedecer, adecuarse a lo que se nos dice. Es como dejarse tomar de la mano y hacerse guiar por Dios4. Podemos confiarnos a Él como un niño que se abandona en los brazos de la madre y se deja llevar por ella. El cristiano es una persona guiada por el Espíritu Santo.

"Ojalá escuchéis hoy su voz"

Enseguida después de estas palabras el salmo continua: "No endurezcáis el corazón". También Jesús ha hablado muchas veces de la dureza del corazón. Se puede oponer resistencia a Dios, uno puede cerrarse a Él y negarse a escuchar su voz. El corazón duro no se deja plasmar.

A veces no se trata ni siquiera de mala voluntad. Es que cuesta reconocer "esa voz" en medio de muchas otras voces que resuenan dentro. Muchas veces el corazón está contaminado de demasiados ruidos ensordecedores: son inclinaciones desordenadas que conducen al pecado, la mentalidad de este mundo que se opone al proyecto de Dios, las modas, los "slogan" publicitarios. Sabemos lo fácil que resulta confundir las propias opiniones, los propios deseos con la voz del Espíritu en nosotros y lo fácil que es, por consiguiente, caer en caprichos y en lo subjetivo.

Nunca tengo que olvidar que la Realidad está dentro de mí. Tengo que hacer callar todo en mí para descubrir la voz de Dios. Y tengo que extraer esa voz como se rescata un diamante del barro: limpiarla, sacarla a relucir y dejarse guiar por ella. Entonces también podré ser guía para otros, porque esa voz sutil de Dios que empuja e ilumina, esa linfa que sube del fondo del alma, es sabiduría, es amor y el amor se debe dar.

Ojalá escuchéis hoy su voz"

¿Cómo afinar la sensibilidad sobrenatural y la intuición evangélica para estar en condiciones de percibir las sugerencias de esa voz?

Antes que nada, es necesario reevangelizarse constantemente acudiendo a la Palabra de Dios, leyendo, meditando, viviendo el Evangelio, para ir adquiriendo, cada vez más, una mentalidad evangélica. Aprenderemos a reconocer la voz de Dios dentro de nosotros en la medida en que aprendamos a conocerla de los labios de Jesús, Palabra de Dios hecha hombre. Y esto se lo puede pedir con la oración.

Luego deberemos dejar vivir al Resucitado en nosotros, renegando a nosotros mismos, haciéndole la guerra al egoísmo, al "hombre viejo" que está siempre al acecho. Esto requiere una gran inmediatez a decir que no a todo lo que va contra la voluntad de Dios y a decirle sí a todo lo que Él quiera; no a nosotros mismos en el momento de la tentación, cortando de inmediato con sus insinuaciones y sí a las tareas que Él nos ha confiado, sí al amor hacia todos los prójimos, sí a las pruebas y a las dificultades que encontramos.

Podemos, finalmente, identificar más fácilmente la voz de Dios si tenemos al Resucitado en medio de nosotros, es decir, si amamos hasta la reciprocidad, creando en todas partes oasis de comunión, de fraternidad. Jesús en medio de nosotros es como el altoparlante que amplifica la voz de Dios dentro de cada uno, haciéndola escuchar más claramente. También el apóstol Pablo enseña que el amor cristiano, vivido en la comunidad, se enriquece siempre más en conciencia y en todo tipo de discernimiento, ayudándonos a reconocer siempre lo mejor5.

Entonces nuestra vida estará como entre dos fuegos: Dios en nosotros y Dios en medio de nosotros. En este horno divino nos formamos y nos entrenamos a escuchar y seguir a Jesús.

Una vida guiada en todo lo posible por el Espíritu Santo resulta hermosa: tiene sabor, tiene vigor, tiene mordiente, es auténtica y luminosa.

Chiara Lubich

1) Hebr 3, 7-4, 11;
2) Jn 10, 28;
3) GS 16 ;
4) Cf Sal 72, 23-24;
5) Cf Fil 1, 9