Salmo 89 (88): Las misericordias del Señor sobre la casa de David

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Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: "Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad."

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
"Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades."

El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos?

Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean.

Tú domeñas la soberbia del mar
y amansas la hinchazón del oleaje;
tú traspasaste y destrozaste a Rahab,
tu brazo potente desbarató al enemigo.

Tuyo es el cielo, tuya es la tierra;
tú cimentaste el orbe y cuanto contiene;
tú has creado el norte y el sur,
el Tabor y el Hermón aclaman tu nombre.

Tienes un brazo poderoso:
fuerte es tu izquierda y alta tu derecha.
Justicia y derecho sostienen tu trono,
misericordia y fidelidad te preceden.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.

Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey.

Un día hablaste en visión a tus amigos:
"He ceñido la corona a un héroe,
he levantado a un soldado sobre el pueblo.

Encontré a David, mi siervo,
y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga valeroso;

no lo engañará el enemigo
ni los malvados lo humillarán;
ante él desharé a sus adversarios
y heriré a los que lo odian.

Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán
por mi nombre crecerá su poder:
extenderé su izquierda hasta el mar,
y su derecha hasta el Gran Río.

El me invocará: "Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora";
y yo lo nombraré mi primogénito,
excelso entre los reyes de la tierra.

Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable;
le daré una posteridad perpetua
y un trono duradero como el cielo."

"Si sus hijos abandonan mi ley
y no siguen mis mandamientos,
si profanan mis preceptos
y no guardan mis mandatos,
castigaré con la vara sus pecados
y a latigazos sus culpas;

pero no les retiraré mi favor
ni desmentiré mi fidelidad,
no violaré mi alianza
ni cambiaré mis promesas.

Una vez juré por mi santidad
no faltar a mi palabra con David:
"Su linaje será perpetuo,
y su trono como el sol en mi presencia,
como la luna, que siempre permanece:
su solio será más firme que el cielo.""

Tú, encolerizado con tu Ungido,
lo has rechazado y desechado;
has roto la alianza con tu siervo
y has profanado hasta el suelo su corona;

has derribado sus murallas
y derrocado sus fortalezas;
todo viandante lo saquea,
y es la burla de sus vecinos;

has sostenido la diestra de sus enemigos
y has dado el triunfo a sus adversarios;
pero a él le has embotado la espada
y no lo has confortado en la pelea;

has quebrado su cetro glorioso
y has derribado su trono;
has acortado los días de su juventud
y lo has cubierto de ignominia.

¿Hasta cuándo, Señor, estarás escondido
y arderá como un fuego tu cólera?
Recuerda, Señor, lo corta que es mi vida
y lo caducos que has creado a los humanos.

¿Quién vivirá sin ver la muerte?
¿Quién sustraerá su vida a la garra del abismo?
¿Dónde está, Señor, tu antigua misericordia
que por tu fidelidad juraste a David?

Acuérdate, Señor, de la afrenta de tus siervos:
lo que tengo que aguantar de las naciones,
de cómo afrentan, Señor, tus enemigos,
de cómo afrentan las huellas de tu Ungido.




COMENTARIOS AL SALMO 88

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1. PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL

Este salmo más que cualquier otro, debe orarse en tres tiempos inseparables, sin embargo, el uno del otro. Su carácter de oración escrita "por Israel" brilla en cada una de sus líneas. La situación humana evocada es la de una "entronización real" en la dinastía de David rey de Jerusalén. El cuadro de fondo del salmo, es el dramático fin de la realeza bajo los golpes de Nabucodonosor. El decorado es la geografía de la tierra de Palestina: se nombran los montes del Tabor y Hermón, las fronteras al occidente están marcadas por el Mar Mediterráneo y al oriente por los ríos Tigris y Eufrates. Cuando se desea éxito al rey en sus campañas, se hace decir a Dios: "Extenderé su poder sobre el mar y su dominio hasta el Gran río". El fondo cultural y religioso de este salmo es el de Israel, basado en "la Alianza" entre Dios y el pueblo elegido...

* He aquí un "salmo real", cuyo fondo es la ceremonia de entronización de un nuevo rey: el trono, los atavíos reales, la corte, el palacio, los guardias, la campaña para vencer a los enemigos.

Pero estamos en Israel, sabemos que el régimen político de este pueblo tenía un carácter muy particular: el verdadero "rey" era Dios. De ahí que el comienzo del poema es un "himno" que canta el poder real de Yahveh. Observemos la letanía de alabanza que exalta el poder cósmico del creador:

-Tú dominas la soberbia del mar...
-Tú amansas la hinchazón del oleaje.
-Tú traspasaste y despojaste a Rahab
(monstruo marino, potencia infernal).
-Tu brazo potente desbarató al enemigo.
-Tú cimientas el orbe y cuanto contiene.
-Tú creas el norte y el mediodía...
-Tú tienes un brazo vigoroso...

Pero para Israel, la maravilla de las maravillas, más aún que la "Creación", es "LA ALIANZA": "Bienaventurado el pueblo que sabe aclamar, que camina a la luz de Tu rostro... Danza de alegría todo el día. Tú eres nuestra fuerza, Tú acrecientas nuestro vigor". Sí, Israel tiene conciencia de ser amado, elegido, mimado, por Dios. Dos palabras que forman una especie de pareja se repiten siete veces (no es mera coincidencia, pues el número siete es la cifra de la perfección): "¡AMOR" y "FIDELIDAD!". La unión de estas dos palabras, hace énfasis en la estabilidad, en la perennidad del amor, ideas que se refuerzan aún más mediante la repetición por siete veces de las palabras "sin fin", "para siempre".

"La Alianza" con el conjunto del pueblo está simbolizada mediante la "Alianza" con el "Rey". David es el modelo. Toda la segunda parte del salmo es un recorderis del famoso Oráculo-Profecía de Natán, que anunciaba la estabilidad de la Dinastía de David hasta el fin de los tiempos (2 Samuel 7 - I Crónicas 17,1-15 - Jeremías 33,14-26).

Pero las dos primeras partes (Himno-Oráculo) no son sino la introducción de la tercera, que es una Lamentación por el desastre del fin de la realeza de Jerusalén. Viene a la memoria en particular el pequeño rey Joaquim, llevado cautivo a la edad de 18 años por Nabucodonosor... O Sedecías, el último rey, cuyos hijos fueron degollados ante su vista, antes que a él mismo le arrancaran los ojos... Entonces la audacia de la oración llega a invertir completamente la "letanía hímnica" para convertirla en una "letanía de reproches": en vez de "Eres tú", "Eres tú", repetidos insistentemente vienen ahora los "Tú has", "Tú has"... Dios, echado de lado, como si hubiera sido infiel a sus promesas y a su poder.

-"Has roto la Alianza y profanado su corona"...
-"Has derribado sus murallas, y reducido a escombros sus fortalezas"...
-"Has acrecentado el poder del adversario y alegrado a sus enemigos...
-"Has quebrado su cetro glorioso y has derribado su trono"...
-"Has acortado los días de su juventud y lo has cubierto de ignominia"...

¡Qué sinceridad la de esta oración, no obstante comenzar con estas palabras!

"El amor del Señor canto sin cesar, anuncio tu fidelidad de generación en generación".

SEGUNDA LECTURA: CON JESÚS

** No podemos quedarnos en esta primera lectura. Desde que Jesús, Hijo de David, se presentó como el Mesías en quien se cumplían todas las promesas de Dios a Israel, llama la atención el extraordinario paralelo entre los anuncios de este salmo y lo que se realizó en la vida de Jesús "Mesías-Rey despreciado, escarnecido" y que sin embargo clamó a todos los vientos: "sin cesar, canto en el amor del Señor y de generación en generación anunciaré su fidelidad".

Sólo en Jesucristo alcanza este salmo pleno sentido.

Sólo El puede decir a plenitud: "Tú eres mi Padre". El es el verdadero "Mesías", el "Ungido" (en griego "Christos"), consagrado por el Espíritu Santo.

Resulta emotivo colocar esta lamentación en los labios de Jesús durante su Pasión; El sabía que era "Rey". "Sí, Yo soy Rey, pero mi Reino no es de este mundo" (Juan 18,33-37). Una vez más digamos, que la resurrección es el centro de nuestra fe cristiana. Da respuesta definitiva a los interrogantes y promesas del Antiguo Testamento: "¿Hasta cuándo estarás escondido? ¿Nos habrías creado para la nada? ¿Quién puede vivir y no ver la muerte? ¿Dónde está tu primer amor, Señor? ¡Jamás violaré mi Alianza! Su Trono permanecerá para siempre, como el sol en mi presencia, como la luna puesta para siempre, testigo fiel allá arriba" Sin la Pascua, todas estas promesas son irrisorias.

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

*** Si queremos "orar" de verdad y no solamente "recordar el pasado" mediante dos reconstrucciones históricas, hay que trasladar este salmo a la actualidad. A pesar de las apariencias "particulares" de este salmo, tiene un trasfondo "universal"; a pesar de estar "situado" en el pasado, es de gran actualidad.

Creer en Dios a pesar de todas las apariencias contrarias. Hoy como en aquel tiempo, se vive la "fe" de la misma manera. El Reino de Dios es semejante a un "campo de trigo lleno de mala hierba", en que están íntimamente mezclados "gérmenes de vida y simientes de muerte". El enemigo, aparentemente, triunfa por doquier. Pobre Rey, nuestro Dios; parece impotente, no se defiende, se deja crucificar. Digamos de una vez: "¿hasta cuándo estarás escondido?"... Y luego: "¡bendito sea el Señor para siempre!".

Situaciones de fracaso, convertidas en llamado a la esperanza. La experiencia de su fragilidad, hace experimentar al hombre con mayor vehemencia la necesidad de una estabilidad. "Acuérdate, Señor, cuán breve es mi vida". Las pruebas personales o colectivas, pueden cambiar nuestros sentimientos de fe y esperanza en rebeldía contra Dios. Pero también pueden convertirse en un trampolín hacia una mayor esperanza, purificada, probada, robustecida por el triunfo sobre la dificultad.

Dios nos sorprende más allá de toda previsión. Dios nos creó para la felicidad de vivir. El es Todopoderoso. Pero a menudo nos desconcierta y sorprende. Su "vida" no es como la nuestra. Tampoco su poder. Dios supera totalmente nuestras concepciones. No necesita de nuestras apariencias de vida y poder para ser viviente y poderoso. La muerte misma no tiene ningún poder sobre El. El es el "Todo-otro". Nadie esperaba que el "Mesías de Dios" apareciera tal como Jesús lo hizo. Sin embargo, en su muerte, nos da la más maravillosa imagen de su AMOR y su FIDELIDAD. Secreto que permanecerá oculto a los corazones superficiales. Señor, "abre nuestros ojos a las maravillas de tu amor".

Misericordias Domini in aeternum cantabo. ¡Cantaré eternamente el amor del Señor!

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo II
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 152-155

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1. EL PODER DE LA PROMESA

El salmo es largo, pero el mensaje breve. El largo poema suaviza la rudeza del ruego desnudo. Yo tengo confianza contigo, Señor, para presentar primero el ruego en toda su dureza y extenderlo después resignadamente en la poesía del salmo. Pocos salmos me llegan tanto al alma como éste, Señor.

El llamamiento es claro y definitivo. Tú eres poderoso, Señor, tú lo puedes todo en el cielo que tú has hecho y en la tierra que has creado. Nada ni nadie puede resistirte, y si tú decides dejar de hacer algo, no es porque no tengas el poder de hacerlo. Y aparte de ser poderoso, eres fiel, cumples siempre las promesas que haces. Pues bien, tú le prometiste a David que sus descendientes gobernarían a Israel para siempre, y añadiste que tu promesa seguiría en pie aunque esos descendientes no fueran dignos. Declaraste que el trono de David en Israel sería tan firme como el sol y la luna en los cielos. Y sé muy bien que Israel es tu Iglesia, y David figura de tu Hijo Jesús. Y ahora escucha, Señor: el sol y la luna siguen en su sitio, pero el trono de David está en ruinas. Jerusalén ha sido destruida, e Israel derrotado. ¿Cómo es esto, Señor?

«Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dye: tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad».

Bello comienzo para un ataque frontal, ¿no te parece? ¿Adivinaste, Señor, lo que venia en este salmo después de esa obertura tan musical? Tu amor es firme, y tu fidelidad eterna. Son cosas

que siempre te gusta oír. Alabanza sincera del pueblo que mejor te conocía, porque era tu Pueblo. Y además sobre un tema al que eres muy sensible: tu fidelidad. Siempre te has preciado de tu verdad que nunca falla y de tus promesas que nunca decepcionan. Pero desde este momento, Señor, estás atrapado por las mismas palabras que tanto te gusta oír. Eres fiel y cumples tus promesas. ¿Por qué, entonces, no has cumplido la promesa más solemne que diste a tu pueblo y a tu rey?

«El cielo proclama tus maravillas, Señor, y tu fidelidad en la asamblea de los ángeles. ¿Quién sobre las nubes se compara a Dios? ¿Quién como el Señor entre los seres divinos? El poder y la fidelidad te rodean. Tú domeñas la soberbia del mar y amansas la hinchazón del oleaje. Tuyo es el cielo, tuya es la tierra, tú cimentaste el orbe y cuanto contiene. Tienes un brazo poderoso: fuerte es tu izquierda y alta tu derecha. Justicia y Derecho sostienen tu trono, Misericordia y Fidelidad te preceden».

Continúa el ritmo de alabanza. Tu poder y tu fortaleza. Tu dominio sobre tierra y mar. Todos lo reconocen, desde los ángeles en el cielo hasta los hombres en la tierra. Nada se te resiste. Tú eres el señor de la historia, el dueño del corazón humano. Tú dispones los sucesos y ordenas las circunstancias como asientas montañas y diriges las árbitas de los astros. Todo es obra de tus manos. Hemos visto tu poder y reconocemos tu soberanía absoluta sobre todo lo que existe. Nos sentimos orgullosos de ser tu pueblo, porque no hay dios como tú, Señor.

«Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro. Tú eres su honor y su fuerza, y con tu favor realzas nuestro poder. Porque el Señor es nuestro escudo, y el Santo de Israel nuestro rey».

Tu poder es nuestra garantía. Tu fortaleza es nuestra seguridad. Nos gloriamos de que seas nuestro Dios. Nos alegramos de tu poder, y nos encanta repetir las historias de tus maravilllas. Tu historia es nuestra historia, y tu Espíritu nuestra vida. Nuestro destino como pueblo tuyo en la tierra es llevar a cabo tu divina voluntad, y por eso adoramos tus designios y acatamos tu majestad. Tú eres nuestro Dios, y nosotros somos tu pueblo.

Y aquí llega la promesa. Abierta y generosa, firme e inamovible. Gustamos de recordar cada palabra saborear cada frase, ser testigos de tu juramento solemne y atesorar en la memoria la carta magna de nuestro futuro. Palabras que son fuerza en nuestro corazón y música en nuestros oídos.

«Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David mi siervo: 'Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades'. Encontré a David mi siervo y lo he ungido con óleo sagrado; para que mi mano esté siempre con él y mi brazo le haga valeroso. Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán, por mi nombre crecerá su poder. Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable; le daré una posteridad perpetua .v un trono duradero como el cielo».

Palabras consoladoras, sobre todo viniendo como vienen de labios de quien es la verdad misma. Sólo queda una duda mortificante: si te fallamos, si tu pueblo se extravía, si el rey se hace indigno del trono, ¿no hará eso que se anule la promesa y se deshaga la alianza? Y aquí vienen las palabras tranquilizadoras de tu propia boca.

«Si sus hijos abandonan mi ley y no siguen mis mandamientos, si profanan mis preceptos y no guardan mis mandatos, castigaré con la vara sus pecados y a latigazos sus culpas; pero no les retiraré mi favor ni desmentiré mi fidelidad, no violaré mi alianza ni cambiaré mis promesas. Una vez juré por mi santidad no faltar a mi palabra con David; su linaje será perpetuo, y su trono como el sol en mi presencia, como la luna que siempre permanece: su solio será más firme que el cielo».

Divinas palabras de infinito aliento. Nosotros podremos fallarte, pero tú no nos fallarás nunca. Si desobedecemos, sufriremos el castigo correspondiente, pero la promesa de Dios permanecerá intacta, y el trono seguirá asegurado para los descendientes de David para siempre. El juramento es sagrado y no será violado jamás. La palabra de Aquel que hizo el cielo y la tierra ha quedado empeñada a favor nuestro. El futuro está asegurado.

Y sin embargo...

«Sin embargo, tú te has encolerizado con tu Ungido, lo has rechazado y desechado; has roto la alianza con tu siervo y has profanado hasta el suelo su corona. Has quebrado su cetro glorioso y has derribado su trono; has cortado los días de su juventud y lo has cubierto de ignominia».

Ignominia es lo único que nos queda. Somos tu pueblo, tu Ungido es Hijo tuyo y Señor nuestro, su trono es el lugar que ocupa en los corazones de los hombres y en el gobierno de la sociedad. Y la sociedad no se acuerda hoy mucho de tu Hijo, Señor. Sólo cierto respeto a distancia, cierta cortesía de etiqueta. Pero poca obediencia y escasa devoción. La humanidad no acepta a tu Rey, Señor, y su trono dista mucho de ser universal. Los que lo amamos sufrimos al ver su ley despreciada y su persona olvidada. Nos duele ver que la situación no mejora; al contrario, parece alejarse más y más de tu Reino, y no sabemos cuánto va a durar esto.

«¿Hasta cuándo, Señor, estarás escondido y arderá como fuego tu cólera?¿ Dónde está, Señor, tu antigua misericordia que por tu fidelidad juraste a David? Acuérdate, Señor, de la afrenta de tus siervos: lo que tengo que aguantar de las naciones, de cómo afrentan, Señor, tus enemigos, de cómo afrentan las huellas de tu Ungido».

Y así acaba el salmo en abrupta elocuencia. La bendición y el amén del último verso son sólo. una rúbrica añadida para marcar el fin del tercer libro de los salmos. El salmo como tal acaba con el dolor amargo de la afrenta que sufrimos. A ti te toca ahora hablar, Señor.

CARLOS G. VALLÉS
BUSCO TU ROSTRO
Orar los Salmos
Sal Terrae, Santander-1989, págs. 169 ss.


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3.  Toda la tradición, desde la generación apostólica, han visto en David rey el gran tipo de Cristo. El es verdaderamente el primogénito del Padre, su trono es eterno, vence a los enemigos y extiende su poder a todo el mundo; él es el Ungido que recibe una descendencia perpetua.

La paradoja es que el Padre permitió a su Hijo pasar por la afrenta y la derrota, lo hizo entrar en la zona de la cólera divina, en la dimensión contada del tiempo humano; sostuvo a sus enemigos y lo dejó bajar hasta la muerte. ¿Dónde quedaba la misericordia y la fidelidad del Padre?

Todos los títulos y todos los poderes se los da el Padre a su Hijo, de modo nuevo y definitivo, en la resurrección. A esta luz resplandecen más el poder cósmico y el poder histórico de Dios; se ve que la ira y el castigo eran limitados; a esta luz comprendemos finalmente y cantamos en un himno cristiano «la misericordia y la fidelidad de Dios».

4.  El salmo 88 fue elegido para servir de respuesta a esta lectura: "Sellé una alianza con mi elegido jurando a David mi siervo: Te fundaré un linaje perpetuo edificaré tu trono para todas las edades".

Toda la tradición, desde la generación apostólica, han visto en David rey el gran tipo de Cristo.

Él es verdaderamente el primogénito del Padre, su trono es eterno, vence a los enemigos y extiende su poder a todo el mundo; él es el Ungido que recibe una descendencia perpetua.

La paradoja es que el Padre permitió a su Hijo pasar por la afrenta y la derrota, lo hizo entrar en la zona de la cólera divina, en la dimensión contada del tiempo humano; sostuvo a sus enemigos y lo dejó bajar hasta la muerte.

¿Dónde quedaba la misericordia y la fidelidad del Padre?

Todos los títulos y todos los poderes se los da el Padre a su Hijo, de modo nuevo y definitivo, en la resurrección. A esta luz resplandecen más el poder cósmico y el poder histórico de Dios; se ve que la ira y el castigo eran limitados; a esta luz comprendemos finalmente y cantamos en un himno cristiano «la misericordia y la fidelidad de Dios».