Salmo 44 ( 43)-Súplica comunitaria en una desgracia nacional.


Súplica comunitaria en una desgracia nacional. La situación, histórica o típica, es una grave derrota militar con sus consecuencias. ¿Se refiere a la conquista de Samaría por los asirios?, ¿o a la de Judá por los babilonios? El presente salmo, al contrario del 74, no alude a la ciudad ni al templo. Los rasgos descriptivos son genéricos. Si el salmo ha sido compuesto en una situación histórica concreta, el poema se desprende de ella y se hace adecuado para situaciones semejantes. La disposición de los materiales es lineal, en extensión descendente. Diez versos recuerdan beneficios pretéritos, ocho describen la trágica situación actual, seis forman la protesta de inocencia, cuatro pronuncian la súplica. [L. Alonso Schökel]


[1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Poema.]

2 Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.

3 Tú mismo con tu mano desposeíste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.

4 Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dió la victoria,
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú lo amabas.

5 Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
6 con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.

7 Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
8 tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.

9 Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.
10 Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
11 nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.

12 Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dispersado por las naciones;
13 vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.

14 Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
15 nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.

16 Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
17 al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.

18 Todo esto nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
19 sin que se volviera atrás nuestro corazón
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;
20 Y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.

21 Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
22 el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.

23 Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza.
24 Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.
25 ¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?

26 Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
27 Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.

Los versículos entre [] no se leen en la liturgia



Salmo 43 I ORACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS QUE SUFRE ENTREGADO A SUS ENEMIGOS
2 Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.

3 Tú mismo con tu mano desposeíste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.

4 Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dió la victoria,
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú lo amabas.

5 Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
6 con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.

7 Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
8 tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.

9 Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre
10 Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
11 nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea

12 Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dispersado por las naciones;
13 vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto

14 Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
15 nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.

16 Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
17 al oír insultos e injurias
al ver a mi rival y a mi enemigo.

18 Todo esto nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
19 sin que se volviera atrás nuestro corazón
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;
20 Y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.

21 Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
22 el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.

23 Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza.
24 Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.
25 ¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?

26 Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
27 Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.

Los versículos entre [] no se leen en la liturgia


COMENTARIOS AL SALMO 43

1. ORAClÓN POR LA IGLESIA AFLIGIDA

No es que nos ataquen, Señor; es que, sencillamente, no nos hacen caso. Nos ignoran. La Iglesia ya no cuenta para nada en la mente de muchos. La mayor parte de la gente deja a un lado sus enseñanzas, su doctrina, sus advertencias y sus mandatos. Ni siquiera se preocupan de atacarnos, de considerar nuestras reflexiones o responder a nuestros argumentos. No se dan por aludidos, y siguen su camino como si nosotros no existiéramos, como si tu Iglesia no tuviera nada que hacer en el mundo moderno. Nos dicen que no tenemos nada que decirle a la sociedad de hoy, y ésa es la peor acusación que podían hacernos. Son tiempos difíciles para tu Pueblo, Señor.

Esto nos ha pillado un poco por sorpresa, porque estábamos acostumbrados a que nos tuvieran respeto y consideración. La palabra de tu Iglesia era escuchada y obedecida, mandaba en las conciencias y trazaba fronteras entre naciones. Eran días de influencia y de poder, y aún conservamos su memoria.

«Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron, nuestros padres nos lo han contado: la obra que realizaste en sus días, en los años remotos. Tú mismo con tu mano desposeíste a los gentiles, y los plantaste a ellos; trituraste a las naciones, y los hiciste crecer a ellos. Porque no fue su espada la que ocupó la tierra, ni su brazo el que les dio la victoria; sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro, porque tú los amabas".

No pretendemos en modo alguno volver a ese fácil triunfalismo, pero sí nos sentimos arrojados de un extremo al otro. Antes éramos el centro del mundo, y ahora, de repente, parece que no existimos. En la expresión militar de tu Salmo: «Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas, y ya no sales, Señor, con nuestras tropas».

Esa es mi aflicción, Señor: ya no sales con nuestras tropas. No hablo de batallas con arcos y flechas, y menos de bombas y «missiles»; hablo de las batallas del espíritu, las conquistas de la mente, la defensa de los valores humanos y la victoria de la libertad sobre la opresión. Ya no luchas con nosotros. No sales con nuestras tropas. No sentimos el poder de tu diestra. Clamamos, y nadie escucha; imploramos, y nadie se da por enterado. La dignidad humana es violada y los derechos humanos son pisoteados. Y a ti parece como si no te importara.

«Nos haces el escarnio de nuestros vecinos, irrisión v burla de los que nos rodean. Nos has hecho el refrán de los gentiles, nos hacen muecas las naciones. Tengo siempre delante mi deshonra, y la vergüenza me cubre la cara al oír insultos e injurias, al ver a mi rival y a mi enemigo».

No pedimos glorias externas, sino conversión de los corazones. No queremos honores públicos, sino eficiencia callada. No queremos triunfos personales, sino amor y felicidad para todos. Tú lo hiciste, Señor, en tiempos antiguos, y puedes volverlo a hacer ahora.

«Despierta, Señor, ¿por qué duermes? Levántate, no nos rechaces más. ¿Por qué nos escondes tu rostro v olvidas nuestra desgracia y opresión? Nuestro aliento se hunde en el polvo, nuestro vientre está pegado al suelo. Levántate a socorrernos, redímenos por tu misericordia".

CARLOS G. VALLÉS
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae. Santander 1989, pág. 87